Carta al director

Femicidios y responsabilidad de los medios

Por: Diario Concepción 06 de Septiembre 2018
Fotografía: Cedida

A pesar de que su aparición en la discusión pública es más bien reciente, el concepto femicidio es parte de un bagaje teórico de larga data en el campo de la investigación sobre violencia de género. Si bien aparece primero en la tradición angloparlante, el vocablo se castellaniza inicialmente bajo el concepto feminicidio, aludiendo a las muertes de mujeres por razones de serlo: “conjunto de violaciones a los derechos humanos de las mujeres que contienen los crímenes y desapariciones de estas… [Los crímenes] tienen en común que las mujeres son usables, prescindibles, maltratables y desechables”. La Organización de Naciones Unidas agrega que muchas veces estas muertes son encubiertas bajo la forma de asesinatos pasionales, atenuando u ocultando de esta manera la real dimensión de su gravedad.

En los últimos años, la problemática del femicidio ha adquirido gran relevancia, lo que se ha traducido en la concertación de esfuerzos públicos y privados para lograr su erradicación. Clara muestra de ello es que Chile adopta el concepto en su legislación el 2010 a partir de la ley 20.480, que logra modificar la Ley 20.066 sobre violencia intrafamiliar, reconociendo este nuevo delito y aumentando las sanciones (en todo caso hay que destacar –tristemente- que en Chile este hecho se reconoce, siempre y cuando, el agresor haya sido pareja o ex pareja de la víctima).

Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos, las estadísticas nacionales en esta materia siguen en aumento. El último femicidio que pasa a engrosar la nómina como el número 27 en lo que va de 2018, se perpetuó en la comuna de Coronel, cuando este jueves recién pasado salió a la luz pública el caso de Elba Roa Fica, de 71 años, de cuyo homicidio y posterior descuartizamiento se declaró culpable su esposo, Humberto Pereira, de 84 años. Los detalles del crimen son escalofriantes. Un cuerpo descuartizado arrojado en sacos a la basura, por lo cual cinco brigadas de la PDI están trabajando en su búsqueda al interior del relleno sanitario, mientras que sus familiares lograron hallar algunas piezas humanas al interior del patio de la casa que compartían. Ciertamente este tipo de descripciones bien parecen extraídas del cine de terror.

Tal vez por lo mismo resulta –a lo menos curioso- que en los noticieros se pueda ver a la defensa del presunto agresor sosteniendo que lo primero que se solicitará es la evaluación de su imputabilidad a partir de un peritaje sicológico, pues como el mismo hombre declaró en su control de detención “se le olvidan las cosas”. Esto último parece ser ya una tendencia en esta clase de hechos delictuales, pues muchas veces se extiende la idea que el problema de la violencia de género se debe a los celos, al consumo excesivo de alcohol y drogas o a enfermedades mentales. Sin contar, por cierto, con la serie de mitos arraigados acerca de las mujeres agredidas: las mujeres con ciertas características poseen más posibilidades de ser violentadas, cierto masoquismo de las víctimas de maltrato, entre otros.

Frente a esta realidad resulta relevante preguntarse en qué medida el tratamiento informativo que le otorga la prensa a esta problemática nacional contribuye a normalizar, fijar, estatizar y estructurar un orden de significación que favorezca la naturalización de la violencia de género frente a la opinión pública. Sabemos que la comprensión del discurso noticioso redunda en el tipo de conocimiento que se posee acerca del entorno y que además la prensa es un tipo de discurso que no solo logra producir sino que “re-producir”, en las prácticas diarias de la ciudadanía, tanto el saber del mundo como el tipo de sujeto que habita en él, pues el lenguaje contribuye a generar realidades.

Una muy inteligente exalumna en una conversación me hizo notar cómo en algunas radioemisoras se sostuvo que Nabila Rifo “perdió los ojos”. Hasta cuando se expresan así. Los ojos no son un objeto que se extravía. A esta mujer se los arrancaron, con crueldad y ensañamiento, me dijo.

Alicia Rey Arriagada
Académica Escuela de Periodismo
Facultad de Comunicación, Historia y Ciencias Sociales
Universidad Católica de la Santísima Concepción

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