Política

Otoño invierno feminista: ¿Hacia dónde camina la batalla cultural?

La tercera ola o el mayo de 2018. Las denominaciones para las manifestaciones de mujeres en las calles no faltan y las interpretaciones tampoco. Activistas y académicas coinciden en que se trata de un resurgir con eco en tiempos pasados, pero que se caracteriza por pensar al Chile del futuro.

Por: Javier Cisterna 01 de Julio 2018
Fotografía: Isidoro Valenzuela M.

Ya no hay vuelta atrás. Esa es la principal conclusión de las mujeres que hoy observan y son parte de la ola feminista que desde hace dos meses interviene en las calles de las ciudades, lidera el debate universitario y busca la fórmula para consagrar su incidencia política.

Desde la academia y las organizaciones que defienden los derechos de las mujeres, también existe pleno acuerdo en la necesidad de generar avances en el corto plazo, como lo son los protocolos contra el acoso, abuso y discriminación que se construyen en diversas casas de estudio.

No obstante aquello, remarcan que ya existen puntos que bien pueden ser considerados victorias. Entre ellos, la disputa por el discurso y la instalación a firme del repudio a las expresiones con visos machistas. Antes, dicen las entendidas, el lenguaje naturalizaba la discriminación. Hoy, al menos, es motivo de discusión cuando no es directamente rechazada.

Otro elemento que genera cohesión en el análisis es el factor temporalidad. La condición de “tercera” de la actual arremetida de las mujeres organizadas no es casualidad. Las feministas del Chile de mediados del siglo XX dieron batalla para poder sufragar; las de la década de los ‘80 fueron férreas defensoras de los Derechos Humanos. En nuestros días, la demanda por profundización de derechos y el desprecio a todas las formas de violencia, dota a las estudiantes autoconvocadas del rótulo de “última oleada”. La presente o postrera, pero en ningún caso la única.

Alejandra Brito, autora del libro “Autonomía y subordinación. Mujeres en Concepción, 1840-1920” e investigadora de las corrientes de género y la historia social, cree que las actuales movilizaciones son fruto de la fuerza acumulada de las experiencias anteriores, pero sobre todo del largo proceso de reflexión y ordenamiento que generó el denominado “silencio feminista”.

“No es que apareciera de pronto, no es que sea una cuestión espontánea. Es más bien un proceso que se viene gestando hace bastante tiempo y que tiene que ver con una sensación de las mujeres de no estar dispuestas a seguir tolerando situaciones de abuso o de acoso”, sostiene la académica, que recalca que las alumnas que encabezan el movimiento cuentan con formación política, pero dada por la militancia en colectivos feministas.

Esa es una particularidad que sobresale. También los efectos inmediatos de la agitación, no necesariamente distintos a los de las oleadas anterior, sino que matizados por los tiempos en curso.

En ese sentido, Lorena Astudillo, coordinadora de la Red Chilena Contra la Violencia Hacia las Mujeres -entidad nacida en 1990-, subraya que las jóvenes han logrado rescatar el derecho más elemental de todo ser humano, uno particularmente vulnerado en el caso de las mujeres y tristemente presente en estos días: el cuidado de la vida.

“Visibilizan el femicidio como la expresión máxima de violencia que vivimos las mujeres, pero es tan necesario como visibilizar manifestaciones más sutiles, como las discriminaciones variadas, no solo en el campo de la pareja, también el acoso sexual, el acoso callejero, los trabajos precarizados, la feminización de la pobreza. Hay muchas otras formas que también son necesarias de visibilizar, porque abonan circunstancias de violencia extrema, como lo es el femicidio”, menciona.

Astudillo asimismo comenta que ahora “la otra mitad” -aludiendo a los hombres- se da cuenta de que la historia de nuestro país se ha construido sobre la base de una serie de crímenes contra las mujeres. “Nosotras lo sabemos y vivimos a diario. Las estrategias que tenemos para evitar violaciones son muestra y las aprendemos desde siempre”, agrega.

Como todo movimiento social, su marco de incidencia también está dado por la facultad de transformar las consignas en acciones concretas. La arena política, por tanto, es un terreno que hay que pisar. Aunque en el caso de las feministas, a sabiendas de que nunca ha sido sencillo ingresar a los intersticios del poder.

Claudia Dides, directora ejecutiva de Fundación Miles, entiende de ello. En 2000 presentó un proyecto para reconocer los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Narra que ningún parlamentario ni ningún gobierno, en aquel entonces y ahora, lo puso en tabla. “Los carros de las demandas de las mujeres, de los Derechos Humanos, siempre han sido pesados en este país y eso tiene que ver con las élites, que no logran entender las demandas en su profundidad. En ese sentido, el carro siempre es pesado de empujar y, para las mujeres, con mayor razón. Hoy hay una Agenda Mujer pero no es relevante para las demandas, es solo una estrategia política”, afirma la socióloga.

¿Y qué pasa en las universidades? La cuna de esta movilización sigue en un intenso foro sobre los pasos a seguir, aunque el consenso en torno a los protocolos para prevenir y sancionar el acoso, es total.

“Hay cambios importantes que se van a instalar y eso implica cambios en normativas y en las prácticas. Las normativas son un apoyo para lidiar con las prácticas inadecuadas y para promover las buenas”, expresa Lucía Saldaña, directora de Equidad de Género y Diversidad de la Universidad de Concepción.

Misma visión que pone en la mesa Ximena Gauché, subdirectora de la repartición universitaria, quien indica que “la meta en la que tenemos que pensar es que el cambio sea de fondo y efectivo. Creo que estamos hoy en una etapa en que la gente percibe que hay cosas que ya no pueden realizarse. El paso al que debemos llegar es que haya una convicción real y no por temor al reproche social”.

“Desde ese punto de vista, no hay vuelta atrás. Ese es el gran potencial de este movimiento”, sentencia la abogada, como una máxima compartida por todas.

Vocera de Comisión de Equidad: “Es duro ver que han surgido tantas demandas en universidades”

María José Castro, subsecretaria de Educación Parvularia, es hoy quien encabeza las labores de la Comisión de Equidad de Género, instancia generada al calor de las demandas feministas y que busca revisar todas las políticas del Ministerio de Educación en materia de no discriminación, desde el currículum hasta la formación docente.

En entrevista con Diario Concepción, la personera de gobierno destaca las labores realizadas y manifiesta su pesar por las denuncias en universidades.

– ¿Cuáles han sido los avances de la comisión y la Agenda Mujer que empuja el Gobierno?

– Estamos trabajando en una mesa, llevamos dos sesiones, la próxima es el jueves y vamos a invitar a personas que conozcan de temas específicos para ayudarnos en el diagnóstico que estamos preparando. Lo que hicimos fue, después de estas dos primeras sesiones, consensuar entre todas las personas de la mesa un diagnóstico claro en el tema educacional, porque debemos trabajar la equidad en la educación, por una educación no sexista.

– ¿Emergen nuevos temas en el diagnóstico que se desarrolla?

– Claro, en el diagnóstico salen temas relevantes a tratar, de los cuales tenemos que hacernos cargo, que tienen principalmente que ver con estereotipos que se van replicando en la escuela, porque la escuela es un espacio que replica lo que sucede en la sociedad.

– ¿Cuán central es realizar una labor profunda en la escuela para erradicar prácticas sexistas?

– Si bien es cierto que la escuela es el lugar donde se generan los cambios, también hay que pensar que estos tienen que producirse a nivel de sociedad. La escuela no está aislada de la sociedad. Efectivamente, hay profesores o tal vez la mayoría de los profes tienen asimilados estereotipos que hacen que las mujeres tengan trayectorias profesionales o académicas que no respondan a su vocación, interés, habilidades o potencialidades. Esos son los factores que nosotros estamos buscando determinar para poder trabajar con los profesores, principalmente.

– Por tanto, ¿se recoge en La Moneda la demanda por una educación con perspectiva de género?

– Sí. El tema mujer viene de hace muchos años y, de hecho, este Gobierno, el anterior y el anterior del Presidente Piñera, han sido gobiernos que han tomado el tema mujer de manera fuerte y contundente. Lo que nosotros estamos haciendo ahora con esta demanda, que hay que reconocer que las estudiantes las instalan, es tomarla fuertemente y, con todo el profesionalismo que corresponde -porque si bien es cierto que es un tema que responde a un asunto de largo aliento y estamos convencidos de que hay ciertos momentos en que los temas se deben tomar- es enfrentarla con toda la rigurosidad que corresponde. Así, proyectamos en el mediano y largo plazo estas dificultades, estos problemas, como desafíos asumidos y logrados.

– Se generó una bajada del tema de género y no discriminación para universidades estatales. ¿Qué sucede con las demás instituciones?

– Hay políticas o exigencias que uno puede hacer a las estatales de una manera distinta, lo que no significa que todas las universidades, IP y CFT no deban responder con rigurosidad a las normas establecidas y a todo lo que se dicte. Sin embargo, lo que aquí no puede ocurrir, es que todo venga impuesto.

– ¿Se privilegiará la autonomía de las instituciones?

– Esto no es imponer normas. Aquí cada comunidad educativa, lo que debe hacer, es ponerse de acuerdo para generar un protocolo que esté de acuerdo a su proyecto y razón de ser.

– Pero, ¿cuáles son los mínimos que propone el Ministerio de Educación en este punto específico?

– Nosotros creemos que todo lo que sea abuso, acoso, el más mínimo, todo eso, debe estar protocolizado. Las normas deben estar clarísimas, distinguiendo también lo que es delito. Todo lo que tenga relación con algo que va en el menoscabo de la persona, nosotros debemos hacernos cargo de eso, pero hay muchas cosas que tienen que ver con la apropiación de las universidades. Nosotros vamos a sugerir mucho, pero es algo que tiene que suceder al interior de los establecimientos.

– ¿Ha sido una sorpresa para la cartera la reproducción de denuncias por acoso, abuso y discriminación en las universidades?

– Sí, efectivamente. Es duro darse cuenta y ver que ahora han surgido tantas de estas demandas y por supuesto que es grave. No solamente es fuerte recibirlo, sino que lo condenamos plenamente, porque es algo que no debe suceder nunca más.

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