Política

Cristóbal Bellolio, analista político: “En cierto sentido, el proyecto Frente Amplio es un vástago de Bachelet”

Por: Javier Cisterna 16 de Diciembre 2017
Fotografía: Raphael Sierra P.

El debate político en Chile ya no se mide a partir del ‘Sí’ y el ‘No’, sostiene Bellolio. El académico de la Universidad Adolfo Ibáñez cree que la renovación va camino a imponerse y que en ese trayecto el Gobierno de Bachelet es central.

La acentuación de las diferencias entre las candidaturas de Alejandro Guillier y Sebastián Piñera han llevado, sin duda alguna, a la polarización de sus adherentes. Cuestión que para Cristóbal Bellolio, académico y habitual comentarista del acontecer político, es propia de la campaña, mas no de la realidad.

“Si lo procesas, un Gobierno de Guillier o uno de Piñera no sería muy distinto el uno del otro. Nos podemos dar cuenta de que en realidad las condiciones políticas en Chile no están dadas para que sean administraciones tan opuestas, en parte porque el Congreso está dividido”, sostiene el analista, quien visitó la ciudad en el marco de un conversatorio organizado por la consultora Giro Estratégico.

– Según tu visión la campaña del terror no debería tener espacio en esta campaña.

– Ambos, en el evento que ganen, van a tener que navegar. No necesariamente van a poder llevar a cabo transformaciones estructurales. Las campañas del terror hay que leerlas más como un recurso de campaña que necesariamente como el anticipo de una realidad.

– Fuera de los consensos de la transición, emergen nuevas fuerzas políticas, como el Frente Amplio.

– El hecho de que aparezcan partidos nuevos no es un descalabro, por el contrario, significa que la institucionalidad política es capaz de absorverlos a través de sus herramientas. No son movimientos antisistema, son movimientos que se organizan para competir en elecciones. Incluso la irreverencia de ciertos movimientos que pueden disputar el consenso, se canaliza a través del sistema político.

– Muchos líderes políticos los han calificados como “hijos de”. ¿Estás de acuerdo con esa afirmación?

– Hay dos maneras de leer la frase “hijos de”. Una es la peyorativa, como diciendo “aquí no hay nada nuevo”, un poco parecido a cuando Camilo Escalona trató de “Marquitos” a Marco Enríquez-Ominami unos años atrás. Yo no la ocupo en ese sentido. La ocupo en sentido contrario. Me refiero a la generación que no tenía conciencia política el ‘88, que adquiere conciencia política en democracia, en la transición. Es una generación que nace cuando Pinochet ya había salido del poder. En algunos casos sí son “hijos de”, no solo el ADN político, sino también el genético. Pero son los menos. Son, ante todo, la generación que viene.

– ¿El recambio natural de las fuerzas que han administrado el modelo las últimas décadas?

– En el caso del Frente Amplio mi impresión es que lo que ellos no quieren hacer es transformarse en un polo de izquierda radical. Lo que quieren es convertirse en una coalición que le dé gobernabilidad a Chile y ello implica acercarse al centro y copar el espacio que ocupa la Concertación y la Nueva Mayoría en la política chilena. Es básicamente reemplazarlos en ese mismo espacio.

– ¿Es responsabilidad de los viejos partidos la existencia de nuevos?

– Debemos empezar a pensar en la posibilidad de tener un paisaje político distinto. Aquellos que están acostumbrados a tener el sartén por el mango y a determinar el curso político de la nación, tendrán que adaptarse. Cuando los escenarios cambian los movimientos que sobreviven son los que se adaptan mejor. La pregunta es cómo los viejos partidos se adaptan, porque en gran parte la existencia de partidos como Revolución Democrática y Evópoli es responsabilidad de la negligencia de los partidos tradicionales.

– Evópoli, sin embargo, decide convivir en Chile Vamos.

– Lo que pasa es que muchas veces cuando tú te vas de la casa de los papás, te puedes ir dentro del mismo barrio, lo que hace Evópoli, o te vas a un barrio distinto, que es que lo que hace Revolución Democrática. El punto es que en vez de oxigenar el partido del papá, no quieren hacerse cargo de las mochilas afectivas que carga el papá, las heridas de la transición.

– ¿Qué pasa con la generación intermedia, que no es ni renovación ni antipinochet?

– Sí, las grandes promesas, jóvenes que en los ‘90 que trataron de tomar los partidos y desafiarlos. Piensa en Elizalde, Orrego, Carolina Tohá. Álvaro Elizalde llega a ser presidente de su partido a los 50 años porque durante 20 años se pasaron la pelota entre Escalona y Núñez y un poco Andrade. Pero Giorgio Jackson dice “no, yo no estoy para esto”. Felipe Kast dice “yo tampoco. Nosotros tenemos que construir partidos que empalmen mejor con la experiencia de nuestra generación”.

– En esa lectura el momento del PPD es particularmente ilustrativo.

– Yo creo que sí. Porque además nace en un momento histórico, que es el ‘88, es el partido que nace para recuperar la democracia, cuyo líder fundacional que es Lagos se va a pique en términos reputacionales en la izquierda y que hoy el progresismo más blando que representaba lo captura un nuevo PPD, Revolución Democrática. Yo sé que a la gente de Revolución Democrática no le va a gustar esta comparación, pero en muchos aspectos se parecen al PPD. Son el partido de moda, caben un poco todos, porque es un paraguas ideológico bastante amplio.

– ¿Cómo analizas el rol de Michelle Bachelet en este proceso?

– Se dice que el gran pecado político de Bachelet es que no pudo parir un sucesor. En el primer Gobierno ella tenía dos hijos, uno Andrés Velasco y otro ME-O. Velasco le salvó el Gobierno en cierto sentido, parecía pintado como candidato. Y por el otro lado estaba el hijo que se va de la casa. Finalmente, lo interesante es que Bachelet no le prestó ropa a ninguno de los dos. En el segundo Gobierno, pareciera que se dijera “ahora sí voy a tener delfín” y aparece el proyecto Peñailillo. Un desastre. Pero lo interesante es que, yo creo, Beatriz Sánchez es su hija política. Si lo miramos un poco morbosamente, Miguel Crispi (Revolución Democráica) y Nicolás Grau (Autonomista) son hijos de ministras de Bachelet y amigas de Bachelet, entonces cuando ella se refiere a estos niños, lo dice en serio, no solo en sentido metafórico. En cierto sentido, el proyecto Frente Amplio es vástago de Michelle Bachelet.

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