Nació el 28 de noviembre de 1897 en la ciudad andina de Boconó, en Venezuela, un lugar rodeado de montes verdes y silencios que más tarde se reflejarían en la delicadeza contemplativa de su poesía. En su juventud ingresó al Seminario de Caracas, espacio donde descubrió su vocación intelectual y la hondura espiritual que daría forma a su obra literaria. Allí, entre lecturas, diálogos y meditaciones, comenzó a escribir los primeros versos que revelaban una sensibilidad íntima y una búsqueda constante de la belleza interior.
Era un tiempo de renovación cultural en Venezuela, y Núñez participó de la llamada Generación de 1918, la cual impulsaba nuevas ideas sobre educación, arte y sociedad. Su espíritu inquieto y su vocación formadora lo llevaron a mirar más allá de las fronteras de su país. Así, en 1921 emprendió viaje a Chile, un traslado que marcaría decisivamente su vida. Llegó primero a Concepción , integrándose pronto al ambiente académico y cultural desarrollando una extensa labor docente, como profesor de educación media en el Liceo de Hombres de Concepción, en 1921 y que se extendió por casi dos décadas. Paralelamente hizo carrera en la Universidad de Concepción, primero como Prosecretario General en 1922 y luego como docente a partir de 1931. En la institución penquista, el académico venezolano ejerció como Secretario General entre 1931 y 1945 y luego como decano de la facultad de Filosofía y Educación hasta 1947.
Su labor docente no fue la de un simple maestro de aula. Núñez entendía la educación como una tarea humanizadora. Creía que el profesor no solo debía transmitir conocimientos, sino también formar el espíritu, cultivar la sensibilidad y despertar la conciencia moral de los estudiantes. En la Universidad de Concepción y más tarde en la Universidad de Chile, ejerció la docencia con serenidad, entrega y una profunda vocación pedagógica que le ganó el respeto de generaciones de alumnos.
Durante estos años también desarrolló una obra poética que fue madurando junto a su vida. Libros como La voz íntima y La torre de los lirios revelan una poesía recogida, meditativa, donde la emoción se expresa con suavidad y claridad. Su escritura parece siempre buscar un equilibrio entre la nostalgia y la esperanza, entre la realidad y una esfera interior de delicada contemplación.
Núñez se identificó tanto con la vida cultural chilena que en 1940 tomó la nacionalidad del país. Chile lo reconocería no solo como poeta, sino también como intelectual comprometido con el avance de la educación. En 1951 recibió el Premio Nacional de Literatura, uno de los homenajes más significativos de su carrera. Su figura se transformó en un puente entre dos tradiciones culturales hermanas: la venezolana y la chilena.
Félix Armando Núñez falleció en Santiago el 16 de agosto de 1972, dejando una obra serena y luminosa. Su poesía continúa hablándonos con voz baja, íntima, como quien conversa al atardecer. Su legado permanece en las aulas, en los libros y en la memoria de quienes reconocen en él la figura del maestro que enseña no solo a pensar y escribir, sino también a sentir y a vivir con hondura.
Alejandro Mihovilovich Gratz
Investigador Histórico