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Lorenzo Arenas Olivos

El “obrero filántropo”, como ha sido recordado, supo conjugar su humilde oficio de sastre con un ideal de progreso colectivo. En tiempos donde las desigualdades eran profundas y la organización social aún incipiente, Arenas demostró que la solidaridad podía convertirse en una herramienta de transformación real.

Por: Diario Concepción 31 de Agosto 2025
Fotografía: Cedida

Alejandro Mihovilovich Gratz
Profesor de Historia y Geografía

La historia de las ciudades no solo se escribe con los nombres de gobernadores, empresarios o militares, sino también con la memoria de aquellos hombres y mujeres que, desde la modestia de sus oficios, transformaron el tejido social con solidaridad, compromiso y visión de futuro. En ese sentido, la figura de Lorenzo Arenas Olivos (1835-1906) constituye un ejemplo paradigmático del mutualismo y la filantropía en Chile, especialmente en la ciudad de Concepción, donde su legado perdura hasta hoy.

Nacido en Santiago el 4 de septiembre de 1835, Arenas era hijo de inmigrantes peruanos, José María Arenas y Josefa Olivos. Desde temprana edad mostró sensibilidad por las causas sociales, lo que lo llevó a relacionarse con pensadores como Francisco Bilbao. Su vida dio un giro al trasladarse a Chillán, donde trabajó como sastre y contrajo matrimonio con Mercedes Ulloa, mujer con hijos a quienes él acogió como propios. Ese tránsito de la vida personal a la vida comunitaria marcaría el rumbo de su existencia.

En 1873 ingresó a la Masonería en la Logia Nº 12 de Chillán, y poco después se trasladó a Concepción, ciudad que se convertiría en el escenario principal de su obra. Allí desplegó una intensa actividad organizativa, fundada en la convicción de que la educación, la fraternidad y la ayuda mutua eran pilares indispensables para la dignidad de los trabajadores. De este modo, participó en la creación de múltiples instituciones: la Sociedad de Instrucción Primaria, la Sociedad Protectora de Estudiantes Pobres, la Sociedad de Ilustración de la Mujer, y la Sociedad de Protección Mutua de Sastres, entre otras. Además, impulsó la fundación del Liceo de Niñas de Concepción en 1880, contribuyendo a ampliar el acceso femenino a la educación, en una época en que era restringido.

Sin embargo, su mayor legado se encuentra en el mutualismo obrero. En 1876 fundó la Sociedad de Socorros Mutuos de Obreros, institución que, más de un siglo después, sigue existiendo bajo el nombre de Sociedad Mutualista Lorenzo Arenas. Este espacio no solo prestaba ayuda económica a los trabajadores en momentos de enfermedad o dificultad, sino que también cultivaba la vida cultural y comunitaria, consolidando un sentido de pertenencia y cooperación entre quienes compartían oficios y aspiraciones.
Paralelamente, Arenas tuvo un rol activo en la vida política local, desempeñándose como regidor municipal de Concepción entre 1879 y 1891.

Desde ese espacio representó las inquietudes del mundo artesanal y obrero, mostrando que la política podía y debía tener como protagonistas a las clases populares. Su liderazgo, además, fue fortalecido por su prestigio dentro de la Masonería, donde alcanzó el título de Venerable Maestro Honorario en la Logia Paz y Concordia N.º 13.

Lorenzo Arenas Olivos falleció en Concepción el 26 de febrero de 1906, dejando tras de sí un legado de fraternidad y organización social que aún perdura. Sus restos reposan en el mausoleo institucional de la Sociedad de Socorros Mutuos en el Cementerio General de Concepción, testimonio de la gratitud de quienes lo acompañaron en vida y de las generaciones posteriores que recogieron su ejemplo. La ciudad, en reconocimiento a su obra, bautizó con su nombre un barrio popular y una plazoleta, perpetuando así su memoria en el espacio urbano.

El “obrero filántropo”, como ha sido recordado, supo conjugar su humilde oficio de sastre con un ideal de progreso colectivo. En tiempos donde las desigualdades eran profundas y la organización social aún incipiente, Arenas demostró que la solidaridad podía convertirse en una herramienta de transformación real. Su figura, lejos de pertenecer únicamente al pasado, invita a reflexionar sobre la importancia del compromiso ciudadano y la necesidad de rescatar valores como la cooperación, la justicia social y la fraternidad.

Más que un nombre en la historia penquista, Lorenzo Arenas Olivos encarna el espíritu de una época y el anhelo universal de que los pueblos se construyen con la generosidad y la acción conjunta de sus propios habitantes.

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