Sindy Salazar Pincheira
Abogada Colectiva Justicia en Derechos Humanos
Hoy, revisando redes sociales, me encontré con un video en el Metro de Santiago. Un hombre gritaba: “No me gustan los gays ni los comunistas”. El registro termina con una amenaza de golpear, todo eso por un joven que apenas rozó su mano.
Lamentablemente, no es un hecho aislado. Es reflejo de un clima donde los discursos de odio encuentran respaldo. Es cosa de mirar un poco y darnos cuenta que durante años pensamos que relativizar dictaduras o insultar a la diversidad era inaceptable, superado. Hoy, sin embargo, incluso candidaturas presidenciales lo hacen sin pudor. Y al hacerlo transmiten un mensaje peligroso: la violencia no solo tiene permiso, también puede transformarse en programa.
¡La política debe estar a la altura, si! es imperativo. Defender los derechos humanos sin medias tintas, aunque no estén “de moda” los conceptos. Apostar al bien común, a un Chile de diálogo, a un país que pone en el centro la dignidad y la vida de las personas. Porque cuando no hay respuestas, crece la frustración, y allí hacen eco las voces que ofrecen como solución la nostalgia de un Chile violento y con miedo.
El triste video del metro nos recuerda que compartimos un mismo viaje como país. Y las decisiones que tomemos dirán si lo haremos desde el odio y la violencia, o desde la vida común y la justicia.
Porque cuando la violencia se convierte en programa, la democracia se fractura, se oscurece. Y lo que está en juego no es solo la política: somos nosotras, las personas que cada día cuando se levantan, deciden trabajar y aportar a construir un Chile mejor para el futuro.