ANA ARANEDA GÓMEZ
Dra. en Ciencias Ambientales Consejera Regional del Biobío
Esta semana se celebró el Día Contra el Cambio Climático. Lamentablemente, el enunciado puede inducir a error, pues hemos llegado a un punto crítico en que ya forma parte de nuestras vidas, revertirlo ya no está en nuestras manos, ante la magnitud del daño.
Como bien ha dicho el presidente de las Naciones Unidas, hoy es más preciso hablar de un escenario de “ebullición climática”, que es el incremento de las temperaturas a nivel global a un punto crítico que lleva a desencadenar una serie de eventos climatológicos extremos.
Precisamente, Chile es considerado un país muy vulnerable a estas condiciones extremas, lo que ha quedado en evidencia en las temporadas de invierno con inundaciones, y en periodo estivales con mega incendios, junto a otros fenómenos naturales atípicos que han generado daños incalculables, tanto en vidas humanas, como en afectaciones a la naturaleza e infraestructura.
La Región del Biobío, lo sabemos bien, está sufriendo estas consecuencias, en particular las personas que viven en la ruralidad, muchos de ellos sin siquiera acceso a un servicio tan vital como el agua potable. Por lo mismo, esta vulnerabilidad nos obliga como Región a asumir desafíos urgentes, con acciones focalizadas que nos permitan aumentar nuestra resiliencia.
Dentro de las acciones locales, destaco la necesidad de avanzar en la reforestación de especies vegetales en todos los espacios que se puedan alcanzar, ya sea en los mismos bosques, o bien en murallas y techos de edificios y casas, porque la reforestación es la gran herramienta que tenemos, para capturar los gases de efecto invernadero.
Nuestra recientemente ajustada Estrategia Regional de Desarrollo apunta hacia allá, a avanzar en infraestructura verde, sumando comunidades o ciudades esponjas, que resguarden y almacenen agua para el equilibrio ecológico, a descongestionar el transporte y promover el uso de las energías limpias con responsabilidad. El cumplimento de nuestro marco normativo también es clave para la resiliencia, la fiscalización y políticas públicas descentralizadas que se traduzcan en programas y que velen por los desafíos locales.
Hay mucho por avanzar, pero este avance se hace con todos, porque la crisis climática no sabe de guerras ni de odios, y requiere que nos sumemos en una labor urgente, transversal, constructiva, con enfoque de género y justicia social.