Muchas veces no tiene escapatoria y en Chile hace tiempo que tristemente contamos con experiencias fatales. Y los padres rara vez nos enteramos.
Paola Vera Toledo
Presidenta Fundación Protege tu Huella
¿Recuerdan cuando éramos niños y en el colegio había un niño/a que el resto molestaba? En ese entonces molestábamos por cualquier cosa, generalmente una característica física de algún compañero/a. La gran mayoría de nosotros cuando recordamos los años de colegio podemos mencionar al menos a un par de compañeros a los que les teníamos sobrenombres. Estaba normalizado.
¿Por qué es diferente ahora? Con los años, nuestro país ha hecho los correspondientes esfuerzos en el sistema educativo y, en general culturalmente, de reconocer e incentivar que tales comportamientos no proceden, y que el respeto por el otro en todo nivel debe ser irrestricto. ¡Se acabaron los sobrenombres y el acoso!. ¿Es así?, lamentablemente, no.
Si usted tuvo la desafortuna de cargar con algún sobrenombre durante sus años de colegios, al menos sabía que tales vocativos se mantenían con la mejor de las suertes entre las paredes de los establecimientos educacionales. Usted salía de ahí, y sabía que llegando a su casa, por el resto del día y en la seguridad de su entorno familiar, nadie le iba a llamar de tal o cual forma.
¿Podemos decir lo mismo de hoy? Ciertamente no. Aquellos menores y adolescentes que sufren la tortura de ser molestados, a los que identificamos como los que les “hacen bullying”, cargan con esas palabras ( fotos, comentarios, hasta memes incluso) todo el día dentro y fuera del colegio. ¿Por qué?, porque ahora cargan con el bullying presencialmente, pero también virtualmente.
La paz no llega cuando termina la hora de clases; el bullying los acompaña todo el día, toda la noche, cuando estás de vacaciones e incluso si te cambias de colegio. Muchas veces no tiene escapatoria y en Chile hace tiempo que tristemente contamos con experiencias fatales. Y los padres rara vez nos enteramos.
Entonces la pregunta es: ¿Dejarían a sus hijos solos en un bosque oscuro y tenebroso? Obvio que no. Entonces, ¿Por qué los dejamos solos en internet, si es igual y peor que el bosque oscuro? ¿Por qué les pasamos un aparato conectado a internet sin la debida supervisión, guía y consejo?
Tener un par de árboles en el patio para jugar no es lo mismo que conocer el bosque. De la misma forma, poseer un aparato conectado a internet no es conocer internet, menos sus peligros y cómo comportarse para respetar al otro. Es clave para que mantengamos la buena convivencia en ambas ciudadanías, la física y la virtual, que conversemos en familia acerca del respeto por el otro y las terribles consecuencias que pueden llegar a tener nuestras acciones o palabras.