Opinión

Su señoría ilustrísima

Por: Equipo Digital 21 de Enero 2023
Fotografía: Francisco Fernández

FRANCISCO FERNÁNDEZ SAGARDÍA
Abogado-Colectiva Justicia en Derechos Humanos

El encargado de una tienda, imaginen la que quieran, que no abre a la hora, o el panadero que constantemente deja a los clientes sin pan en la mañana, o el conserje que siempre llega tarde, probablemente tengan la misma consecuencia en sus puestos de trabajo, perderlo. Nosotros los abogados y abogadas a los que se nos expira un plazo, perdemos la oportunidad procesal para que nuestros clientes puedan ejercer sus derechos, y así, el paciente enfermo pierde la hora, el alumno reprueba el examen, entre otros innumerables ejemplos que podríamos dar hasta aburrirnos.

Generalmente cuando reflexionamos sobre la existencia de ciudadanos de primera y segunda categoría lo hacemos teniendo en cuenta y observando un criterio económico. Pero a medida que he ido tomando contacto con los distintos grupos o personas nutridos en privilegios, me he convencido que más que económico, es una cuestión de poder, aunque muchas veces caminan de la mano.

Lamentablemente, en el mundo jurídico nos fueron incorporando desde la universidad a tener cierto temor reverencial respecto a algunos profesores que tomaban decisiones sin apegarse a las normas, desde tomar exámenes sin cedulario cuando el reglamento lo exigía, o simplemente ausentarse de clases sin dar motivos ni explicaciones. En casa de herrero cuchillo de palo si quieren ser más coloquiales. Y ese temor reverencial se mantiene aún en el ejercicio de la profesión, y es porque resulta difícil alzar la voz contra los incumplimientos de las obligaciones de los magistrados, en los plazos para dictar sentencia, por ejemplo.

El recurso de protección, acción de protección para los más quisquillosos, tiene una naturaleza jurídica de urgencia y cautelar de derechos fundamentales porque impone la tutela urgente de una situación jurídica determinada. Dicho esto, y en relación a toda la challa anterior, que también es parte de la fiesta, por cierto, hace aún más grave la tardanza en la dictación de los fallos por parte de los ministros de Corte Apelaciones, en primera instancia. Y lamentablemente nos estamos acostumbrando a que esto sea así, por exceso de carga dicen.

Quien opina en estas líneas, con un poco de pena y otro poco de rabia, espera junto a una distinguida colega, que un ministro redacte un fallo, que se encuentra en acuerdo hace tres meses y una semana. Junto con nosotros, los afectados por el daño a un humedal urbano, esperan con menos fe a un individuo al que lo ven como de primera categoría, y ellos se sienten de segunda.

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