El cine se ha vuelto una poderosa arma de sensibilización contra la violencia de género.
JOSÉ GIL
Director de Festival Cortos en Grande.
De cara a un nuevo Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25 de noviembre), es interesante recordar que el año 2016 el movimiento Me too alcanzó tal notoriedad mediática, que una serie de artistas, en particular de la industria del cine, salieron a sensibilizar y denunciar, incluso en primera persona, lo que para la ONU es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras del mundo actual. A las voces estelares se unieron la de productoras, directoras y guionistas de todo el mundo que decidieron utilizar el lenguaje audiovisual para visibilizar dolorosas historias de opresión, machismo descarnado, estigmatización de víctimas y también impunidad de victimarios.
Tramas que, por fortuna, se han ido instalando cada vez con más fuerza en la cinematografía mundial. Incluso en países como Irán, dónde directoras llenas de osadía mantienen la denuncia a través de sus obras, aún bajo riesgo de muerte y persecución.
El cine se ha vuelto una poderosa arma de sensibilización contra la violencia de género, rompiendo estereotipos y sacando a la luz una aterradora verdad normalizada.
Sin embargo, el desafío es aún mayúsculo, pues muchos de estos relatos siguen aislados de las audiencias.
Por ello, festivales como Cortos en Grande, que el 28 de noviembre estará en Artistas del Acero, son más que una vitrina artística. Son en sí mismos espacios de activismo político comprometido con la defensa de los derechos de las mujeres, en tanto difunden muchos cortometrajes que exponen el machismo y la vulneración de niñas y mujeres.
Una urgencia que demanda la adhesión de todos los sectores de la sociedad, incluso de nosotros que trabajamos por promover la circulación de estas historias con el objetivo impostergable de conseguir un mundo libre de violencia de género.