Marcelo Trivelli
Presidente Fundación Semilla
Vivimos en una sociedad de prohibiciones y de reglas impuestas de manera vertical y jerarquizada desde la familia y reforzada posteriormente por el sistema educacional. Es tradición y costumbre decirle a niñas y niños un no, en vez de razonar en conjunto y buscar caminos de acuerdo.
Poco a poco se va cercenando la creatividad y la iniciativa, entregando el poder de decisión a terceras personas. Así, nos vamos sumiendo en la comodidad de la dependencia. Cuando se llega ese estado, se necesitan remezones fuertes para que las personas reaccionen y se logre salir de la zona de confort.
La dependencia también se ve reforzada por el miedo. Cuando las personas enfrentan periodos de incertidumbre y no se sienten capaces de resolver por sí mismas, buscan seguridad en otras personas. Miran hacia la autoridad jerárquica o hacia aquellos que la ofrecen.
Siempre en un ámbito de reglas del juego democrático, hay quienes legítimamente tienen la convicción de que mayores grados de dependencia son mejor para ellos y para la sociedad. Así mismo, en los extremos se ubican quienes prefieren estructuras autoritarias de corte dictatorial mientras que en el otro se ubican los anarquistas que postulan que la ausencia de estructuras es el camino de la libertad.
En el sistema educacional, sea por miedo, por comodidad o convicción, la dependencia es bastante peligrosa. Genera inmovilidad y con ello se deja fuera la riqueza adquirida por trabajadores de la educación y su experiencia diaria de la labor en la escuela.
Hoy el sistema educacional está tensionado por quienes, desde la escuela, demandan más lineamientos y acciones desde el Ministerio de Educación, mientras que, desde el ministerio, empujan por más autonomía de las comunidades escolares.
En Fundación Semilla conocemos los beneficios que genera la autonomía de los establecimientos educacionales en niñas, niños y jóvenes.
Hemos tenido la oportunidad de conocer y trabajar en escuelas de Colombia que funcionan bajo un sistema descentralizado. Esa experiencia nos mostró que la autonomía de las escuelas, para implementar los lineamientos generales impartidos por el Ministerio de Educación Nacional, permite una educación pertinente a la comunidad y al territorio al que pertenecen.
Y si de autonomía se trata, una de las cosas más importantes es cómo las y los docentes se desenvuelven en el aula, ya que conocen mejor que nadie sus estudiantes. De esta forma pueden lograr una mejor conexión con niñas, niños y jóvenes, desarrollando en ellos habilidades cognitivas y potenciando así su nivel de aprendizaje.
En contraposición, en un sistema estructurado, jerarquizado y de baja autonomía, a la que se suma la presión por los aprendizajes de materias tradicionales es de tal magnitud, que se desatienden las relaciones personales, lo que resulta además en que tampoco se logran los objetivos de aprendizajes tradicionales.
La autonomía es uno de los grandes motores de la educación de calidad, puede otorgar las capacidades para tomar decisiones y actuar de forma responsable, trabajando así la empatía. Permite tener un pensamiento crítico y gestionar la propia conducta, teniendo las herramientas de seguridad necesaria para ello.