Opinión

El transporte que necesitamos

El transporte que necesitamos debe poner al centro a las personas. Para que los desplazamientos sean seguros y cómodos, y que la alternativa de dejar el auto en casa sea recompensada por un sistema que de la confianza de que estaremos en manos de una política de movilidad que mira el bienestar colectivo.

Por: Diario Concepción 18 de Mayo 2022
Fotografía: Javier León

Dr. Javier León Aravena
Académico e investigador del Laboratorio de Gobierno (LabUBB) y del Centro de Estudios Territoriales Interdisciplinarios de la Universidad del Bío-Bío

Hace casi un mes, nos informábamos de la muerte de una joven de 23 años que cayó desde un taxibús en marcha. Adhiero al dolor de la familia. Pocos días después vimos cómo otra máquina pasó imprudentemente por la vía férrea cuando el Biotrén estaba a metros de distancia. Esto no es casual, las muertes y accidentes asociados a las imprudencias del transporte público no son pocas, y aunque lo fueran, no deberían normalizarse. Sería bueno que, a través de los medios, se pudiera ayudar a hacer conciencia en torno a lo que está detrás de esta triste situación: la falta de una política pública de movilidad fundamentada en poner al ser humano como centro del sistema de transporte colectivo.

En un estudio realizado en el Área Metropolitana del Gran Concepción (AMC) y publicado en Sustainable Cities and Society, en enero de este año, se constató que una de las barreras de la movilidad en nuestra zona es la baja calidad del transporte público. Los participantes del estudio, habitantes del AMC, mencionaron que, entre otros problemas, el uso del transporte genera ansiedad y temor por tratarse de una experiencia diaria que contienen altos componentes de agresividad, como malos tratos a pasajeros y mala conducción (maniobras bruscas, pasar semáforos en rojo, dejar pasajeros en segunda fila, adelantamientos temerarios y otros actos ilegales que quedan impunes) Punto aparte merece la particular cultura de luces extravagantes en los interiores y música con alto volumen. Síntomas preocupantes de que día a días miles de personas ponen sus vidas en manos de personas que no tienen preparación adecuada y de que no existe fiscalización.

Por otro lado, las máquinas del transporte son de calidad deficiente lo que va desde su presentación hasta sus componentes tecnológicos. Y aún esperamos el uso de medios electrónicos de pago, seguimiento por GPS, buses eléctricos y sistema de detención frente a situaciones como tener las puertas abiertas al partir. Lo último habría evitado la muerte de la joven.

Hoy vemos el intento de traspasar la responsabilidad a los usuarios, algunas autoridades insinúan que éstos deben levantarse más temprano, olvidando que uno de los factores del estallido social fue la desconexión entre autoridad y ciudadanía. Se insinúa además que los ciudadanos son responsables de la congestión, por ello se piensa en implementar restricciones vehiculares. ¿Estarán entendiendo la magnitud del problema quienes toman las decisiones? En mi opinión no. Y esto es válido para el sector público y el privado. Vivimos una paradoja, las personas invierten en mejoras tecnológicas mientras el sistema público sigue en un modelo de transporte de los años noventa, a excepción del Biotrén que no cubre las necesidades de movilidad de ciudad, pero marca una ruta a continuar.

Por lo anterior, el transporte que necesitamos debe poner al centro a las personas. Para que los desplazamientos sean seguros y cómodos, y que la alternativa de dejar el auto en casa sea recompensada por un sistema que de la confianza de que estaremos en manos de una política de movilidad que mira el bienestar colectivo. Incluso frente a la agudización de la violencia, este es un plano de la convivencia que puede ayudar sustantivamente a hacer más amables las relaciones, esto es importante y además urgente.

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