Opinión

Defender lo obvio

Acuerdos sociales que parecen básicos a la luz de la experiencia histórica de la humanidad y de nuestro país, aparecen de pronto bajo el ataque de un sector que los ve como obstáculos a objetivos superiores de orden y estabilidad, o cuando menos, como adornos desechables del sistema respecto de los cuales se puede prescindir en la medida que las circunstancias (determinadas por ellos mismos) lo ameriten.

Por: Diario Concepción 03 de Diciembre 2021
Fotografía: Cedida

Rodrigo Castillo
Abogado Colectiva – Justicia en Derechos Humanos
Corporación y Oficina Jurídica

“Que tiempos son estos que vivimos, que es necesario defender lo obvio”. La frase, atribuida a Bertolt Brecht, cobra sentido en un contexto de cuestionamiento desde el debate público, a una serie mínimos de convivencia social asentados desde ya bastante tiempo.

Acuerdos sociales que parecen básicos a la luz de la experiencia histórica de la humanidad y de nuestro país, aparecen de pronto bajo el ataque de un sector que los ve como obstáculos a objetivos superiores de orden y estabilidad, o cuando menos, como adornos desechables del sistema respecto de los cuales se puede prescindir en la medida que las circunstancias (determinadas por ellos mismos) lo ameriten.

El respeto de los derechos fundamentales de las personas, la igual dignidad de todos y todas independientemente de su situación, y el derecho de participar en las decisiones del sistema democrático de toda la ciudadanía, son elementos que, como nunca en los últimos años aparecen puestas en entredicho por voces que se alzan no sólo desde un margen del debate público, si no desde posiciones de poder, con tribunas e influyendo en la opinión pública.

El ocultar esta realidad bajo la alfombra parece, a la luz de los hechos, no ser el camino. Por el contrario, enfrentar la inhumanidad y la discriminación como formas de enfrentar el debate por parte de un amplio sector de la sociedad, estableciendo una línea de defensa a las libertades y derechos básicos, se vuelve una necesidad urgente en la medida que se pretenda evitar un retroceso de décadas en estas materias como país.

El fortalecimiento de nuestra institucionalidad y convivencia democrática surge también como un objetivo a cumplir en esta dirección. Ello en el amplio sentido que implica, haciéndonos cargo del desafío de una educación basada en derechos humanos, de una promoción del trato digno y respetuoso en todo tipo de organismos (del ámbito público y privado), y la promoción de los espacios de encuentro como comunidad (vecinales, culturales o de esparcimiento) que nos hagan salir desde las pequeñas parcelas de desconfianza para reconocer al otro como un legítimo otro.

Un país que ha sido capaz de mirar sus propias miserias y poner una voz de alerta, de proponerse trazar un nuevo camino a través de un proceso constituyente, debe ser capaz también de evaluar y enmendar la amenaza de la destrucción de los pisos mínimos de su convivencia. Esto porque procesos de esta naturaleza, no pueden (si pretenden ser exitosos) vivirse solo en el plano de sus instituciones y normas. Implican un compromiso permanente con el respeto a la dignidad de todos y todas.

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