El que no sepa de la importancia de las abejas para el planeta Tierra tiene por delante el urgente desafío de repasar sus apuntes, ya que sin ellas las cosas no funcionarían como algunos piensan; de modo mágico, natural, digamos, sin saber de qué se trata en realidad. Las abejas ayudan a polinizar, sin aquello no hay frutos, ni nuevas plantas, necesarios e indispensables para animales y para nosotros. O sea, el planeta sería otro sin abejas, en ningún caso mejor.
Hay quienes lo tienen mucho más claro, como los vecinos de Chiguayante. Con cursos de una duración de dos meses y medio, manos a la obra con los apiarios de la Agrupación de Apicultores Urbanos de la comuna, aprenden de todo lo relativo a los habitantes de la colmena, la reina y su corte de cuidadoras y protectoras, el zángano y su transitoria participación y las incansables obreras. También cómo funciona la colmena, sanidad apícola y la floración, terminando en la cosecha.
La comunidad ha recibido esta iniciativa con entusiasmo, a principios de este año se graduaron los primeros 45 vecinos, que habían agotado los cupos en tiempo récord, haciendo pleno uso de las excelentes condiciones ambientales y climáticas de la comuna, flanqueada por el río Biobío y el cerro Manquimávida. El alcalde, comprensiblemente satisfecho, rescata la atracción que ejerce el misterio de la creación de la miel y el valor adicional de la actividad productiva comunitaria, que de paso acerca a las personas.
No piensan quedarse en eso, serán sede del segundo Simposio Internacional de Apicultura Orgánica, con expertos internacionales. En tiempos confusos es de recordar el viejo consejo de seguir rogando, pero con el mazo dando.
PROCOPIO