Opinión

¿El remedio peor que la enfermedad?

Por: Diario Concepción 12 de Septiembre 2019
Fotografía: Cedida

Felipe Vergara
PhD en Comunicación @felipevergaram

La semana pasada el ministro de Salud, Jaime Mañalich, planteó, para sorpresa de muchos expertos, una crítica dura al proceso de “Evaluación de Tecnologías Sanitarias” (Etesa), cuyo propósito es proporcionar información relevante para la toma de decisión en asignación de recursos y en la formulación de políticas sanitarias efectivas y seguras. Prácticamente, la totalidad de los países de la Ocde tienen sistemas Etesa para evaluar sus tecnologías en salud (UK, Canadá, Alemania, Francia, Australia, etc.) No se entiende, entonces, la postura del Minsal en este tema.

Al día siguiente, el ministro planteó la importación directa de remedios desde la India. Mediáticamente es una noticia muy atractiva, ya que permite presumir que está orientada a que los medicamentos tengan un precio menor al que hoy comercializan en Chile; no obstante, hay que tener presente los eventuales riesgos de esta medida para la ciudadanía.

Convengamos que los remedios de marca en Chile son caros. El último estudio del Instituto de Salud Pública de la Unab, planteó que cerca de un 13% del ingreso familiar se va en medicamentos, lo es preocupante; sin embargo, la solución no sólo pasa por traer fármacos desde fuera, sino también por generar una medicina a la altura de nuestra población más vulnerable. Mientras los profesionales de la ex Posta Central acusan la precarización de la atención y la falta de insumos para cumplir mínimamente con su función, el mismo ministro de salud habla de las maravillas de ese servicio médico.

Importar productos de países como China, India o Vietnam es una alternativa válida, pero con potenciales problemas asociados a la calidad de estos -recordemos el caso de las insulinas en la época del ministro García-. No es lo mismo importar cargadores de celular o relojes que medicamentos. En esta década, por ejemplo, algunos laboratorios indios han recibido denuncias de la FDA. El hecho de importar remedios no garantiza calidad. Una cosa es el principio activo y otro el de los excipientes, que permiten que esta fórmula llegue al lugar del cuerpo donde tiene que surtir efecto, (biodisponibilidad en la zona terapéutica, señalan los expertos). Si los medicamentos no cuentan con una certificación, una demostrada de bioequivalencia, prácticas de buena manufactura (GMP) y una trazabilidad que asegure calidad, es posible que lo barato salga caro.

Tampoco es sano que el ingreso de estos productos traiga consigo la quiebra de nuestros propios laboratorios, cada día quedan menos y es un activo poder contar con ellos, ya sea por su labor investigativa, como por el aporte a la economía nacional, sobretodo cuando se está trabajando en una mayor capacidad exportadora de Chile.

En un país bastante monoproductor como el nuestro, que contemos con la elaboración de productos es algo muy relevante; la importación, mal manejada, puede terminar con esta industria nacional. Ya pasó con las telas y algo similar se está observando en la leche y las carnes. Es evidente que el costo de los remedios en Chile es alto, es claro, además, que la competencia es buena siempre que sea en igualdad de condiciones.

Traer remedios baratos, pero de mala calidad, lo único que logrará es dañar, una vez más, a las clases sociales más pobres y, con ello, cayendo en que el remedio sea peor que la propia enfermedad.

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