Opinión

Larcamón y el cubo de colores

Hinchas acereros se manifestaron enérgicamente en un entrenamiento, mostrando su malestar por el presente futbolístico y manejo administrativo del club. La gente no está contenta y ya sacó la voz.

Por: Paulo Inostroza 06 de Mayo 2019
Fotografía: Isidoro Valenzuela M.

Torres jugaba solo arriba, el panameño marcaba y marcaba goles. Los rivales le tomaron la mano, pero de pronto apareció Parraguez desde el banco, anotando bien seguido. Larcamón fue porfiado para creerle, hasta que puso a los dos arriba, se juntaron con Valenzuela y un Urzúa madurando y se armó un Huachipato al fin atractivo. Pero eso duró solo unos meses. Los de arriba se fueron del club y hubo que armarse de nuevo. Como tantas veces. Tantas que de repente aburre.

También se fue Huerta, puntal de la zaga y seleccionado chileno. Y en sus lugares llegan muchos venezolanos y otros extranjeros, algunos dando la talla y siendo estrellas, otros dejando nada al recuerdo. Porque el negocio funciona vendiendo a Soteldo, Otero, Torres, Lampe, Parraguez, Ortega y Jimmy Martínez, pero la gente se olvida que también se apostó por Cuesta, Caraballo, Zoch, Charlis Ortiz y Bareiro. Y cada vez que el acero parece ir funcionando, se desprende de los mejores, apuesta casi en verde y cambia de piel a ver de qué color queda.

¿Puede criticarse este negocio si da tantos réditos económicos? ¿Es la única forma de sobrevivir en el fútbol de hoy? ¿Es Huachipato una exageración de esta forma de vida futbolística? Cada cual tendrá su opinión, los hinchas, lenta, pero claramente, están manifestando la suya. Lo cierto es que, para mí, Larcamón es el menos culpable. Es el tipo que arma el cubo, intentando que las seis caras queden de un mismo color, pero cuando completó el amarillo y el rojo, viene alguien y le desarma todo. Y no se queja, porque sabe que el juego es así. Que pide otro delantero y le traen al paraguayo Sánchez. Gracias, no se molesten. Y ahora intenta con la tercera cara, armando el amarillo, mientras alguien ya está vendiendo el azul. Con harto ingenio, casi rezando.

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