Opinión

Rey efímeramente feliz y forrado

Por: Procopio 11 de Diciembre 2018

“Rico como Creso”, es un dicho que todavía se usa por algunos, en referencia a la proverbial riqueza de quien fue el último rey de Lidia, en el siglo VI a.C. Su leyenda, de origen griego, es semejante a la que circulaba en torno al rey frigio Midas, a quien los dioses le habían concedido el tramposo  poder de transformar en oro lo que tocaba.

A diferencia de Midas, que era un rico avaro,  Creso era  un monarca generoso. Heródoto narra que antes de la batalla final contra Ciro de Persia, cuando éste invadió su reino, Creso «inmoló tres mil cabezas de todas las especies de ganado aptas para sacrificios y, además, levantó una enorme pira compuesta de lechos repujados en oro y plata, copas de oro, vestidos de púrpura y túnicas, y le prendió fuego con la esperanza de que estas valiosas ofrendas le otorgasen el favor del dios».

Las fastuosas ofrendas de Creso al santuario de Delfos fueron tan sólo un aspecto de las intensas relaciones que mantuvo el rey lidio con el mundo griego, lamentablemente, para seguir con la tradición de la familia, Creso, que había sido coronado a los 35 años, prosiguió la política de sometimiento de las ciudades griegas; única manera de tener a la Hélade en paz, ya que se lo pasaban en estado de perpetuo conflicto bélico.

Fue por eso el  historiador griego Heródoto dijera de él que «fue el primero, que yo sepa, en iniciar actos injustos contra los griegos» y según su docta opinión, es posible que no de lo más objetiva, la causa del  castigo divino que se cernió sobre Creso, utilizando como instrumento a Ciro, el fundador del Imperio persa, ante el cual nuestro generoso héroe tuvo que rendirse, los persas se encargaron de hacer polvo el reino de Lidia y su espléndida tesorería. La gloria mundana suele ser efímera.

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