Opinión

De maldad y apatía

Por: Diario Concepción 18 de Julio 2018
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, Magister en Filosofía Moral

Hay quienes matan o dañan al prójimo invocando una ideología política o la pertenencia a un Estado específico, existente o bien secuestrado por otro. Hay otros que hacen el mal sin fines específicos. Hay abusadores y violadores, traficantes de seres humanos y de armas, los que propenden la destrucción del medio ambiente y quienes se benefician de todos estos actos, los que son encubridores o que teniendo conocimientos de estos hechos, cierran la boca y los ojos aduciendo muchas razones; pero que con este silencio devienen en delincuentes, tal como respecto del sujeto que yace con el niño, golpea y viola a la mujer indefensa o coloca una bomba.

Quien recibe las monedas manchadas con la sangre de estos actos y se pretende inocente porque nada hace, cuando resulta ser tan miserable como el peor de los malhechores, por no hacer nada, para evitar perder una prebenda, meterse en problemas o conservar un pequeño empleo. Usan múltiples excusas para traspasar las puertas de la fría indiferencia, que se nos abren de par en par.

Son los testigos que incluso elevan a la categoría de hazaña o al menos justifican los más horrorosos delitos, porque lo que están haciendo no es levantar la defensa del autor del crimen, sino construir una apología para ellos mismos, para evitar que se deshaga esa ficción a partir de la que han construido sus historias de vida y referentes morales. Son los que desde el apoyo irrestricto se van alejando y comienzan a ver de lejos lo que ocurre, guarneciéndose para evitar que sus simpatías sean descubiertas.

No faltan quienes elevan a la categoría de guerreros santos a los más comunes de los criminales, recortando la motivación banal de sus acciones, reemplazándolas por fundamentaciones históricas o sesudas reflexiones políticas, religiosas o filosóficas. Cuando son sólo el espejismo o la caricatura de algún martirio o gloriosa cruzada. Obviando a las incómodas víctimas, que adquieren las más de las veces tal calidad por el mero azar.

En condiciones de apatía generalizada, donde un comentario de una figura de matinal vale más que la opinión de un humanista, es cuando surgen líderes con delirantes proyectos políticos, que se rodean de serviles seguidores, capaces de ensuciarse las manos para satisfacer las ambiciones de quien los dirige, ante la mirada indiferente del resto, los que en lugar de hacer algo, siguen babeando frente a la TV, para evitarse el esfuerzo de pensar por sí mismos y dejar que otros le construyan sus héroes.

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