Opinión

La tragedia Siria y la realpolitik de Putin

Por: Diario Concepción 15 de Abril 2018
Fotografía: Cedida

Giovanna Flores Medina
Analista internacional

¿Por qué Vladimir Putin no ha ofrecido represalias contra EE.UU. y su último ataque con misiles a centros químicos sirios? Simple: ha sido pura realpolitik. Si antes la protección de intereses -como la base Tartus, el proyecto Transcaspio y  la defensa del complejo de Shayrat- ofrecía cuotas de soberanía sobre recursos cuantiosos, hoy constituye un lastre del cual debe desprenderse.

Lo contrario, implicaría defenestrar el poder conquistado —evidente en su zigzagueante camino a la tercera reelección presidencial— y agudizaría la oscura imagen que pende sobre sus gobiernos como una cleptocracia. Además, este ha sido un lustro de injerencia directa en las negativas a negociar la paz de Siria con EE.UU. y los rebeldes que lleva su nombre marcado a fuego, evocándonos la triste herencia del triunfo de la voluntad: la férrea alianza de Al Assad y el líder ruso se nos representa como el águila bicéfala que orquestó los horrores del Tercer Reich y la debacle del stalinismo con toda su criminalidad asociada.

Ergo, el fracaso de la política global sobre derecho humanitario y la doctrina de la responsabilidad internacional de proteger han sido parte del diseño estratégico de Putin, un líder de derechas, y no del veto del Consejo de Seguridad de la ONU ni del imperialismo. Desde el 2012, cuatro han sido los enviados especiales del Consejo de Seguridad, del Consejo de Derechos Humanos y del Alto Comisionado de DD.HH de Naciones Unidas para la cuestión Siria. Ninguno ha propuesto la intervención militar o económica y menos han planteado la creación de un tribunal que legitime la justicia de los vencedores. Bajo ese mandato, siete han sido las propuestas de pactos de transición y cinco de ellas permitían la continuación de Al Assad, como también contemplaban planes de reconstrucción y de retorno de población, así como comisiones de verdad y reconciliación. En tanto, el fiscal especial de la Corte Penal Internacional solo ha abierto investigaciones para documentar los crímenes de guerra y lesa humanidad que se han cometido, pero jamás ha  dictado acusaciones contra agentes estatales: las tratativas con el Kremlin están primero.

Al Assad no es víctima de Trump ni del dueto Macron-May —devenidos en émulos de Sykés-Picot, autores del tratado de 1917 que dividió al Medio Oriente entre Francia e Inglaterra—; sino de Putin, quien al contrario de su admirado Lawrence de Arabia, si bien escuchó el llamado de “Damascus, Ourence; Damascus”, terminó diezmándolo al igual que ahogó a la Primavera Árabe.

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