Opinión

No todo lo que brilla es lucro

Por: Diario Concepción 16 de Julio 2016
Fotografía: imagenPrincipal-4567.jpg

La reforma a la educación superior sigue dando que hablar. Con disenso en la propia coalición de Gobierno, el marco legal fue ingresado a tramitación legislativa con resultado incierto. La sensibilidad del regulador, se ha centrado principalmente en evitar que fondos públicos lleguen al bolsillo de los grupos controladores, tratando de encontrar infructuosamente rastros de incumplimiento en aquellas instituciones que la ley les asigna un rol de Corporaciones sin fines de lucro.

Sin embargo, el mal funcionamiento del sistema y sus implicancias sociales, cuyos efectos fueron percibidos con fuerza en el fracaso del proyecto educativo de la Universidad del Mar, no solo tiene que ver con el afán de lucro de los controladores.

A partir de la segunda mitad de la década de 1960, en pleno desarrollo de la pugna ideológica entre oriente y occidente, las universidades se transformaron en la caja de resonancia del ambiente social. Memoria Chilena, de la Biblioteca Nacional, rescata "la influencia que ejerció el contexto internacional (…)" como uno de los factores relevantes del movimiento estudiantil de entonces, que dio inicio al proceso de reforma universitaria y que se extiende hasta nuestros días.

Hacia fines de la década de 1970 e inicios de 1980, se estableció un modelo con un mayor número de instituciones, con el claro objetivo de contrarrestar la capacidad de movilización social que había adquirido el sistema universitario. 

Con el fin de la guerra fría y el retorno de la democracia en Chile, la estructura atomizada del sistema comenzó a tomar su propia dinámica de funcionamiento, donde el lucro fue una de las aristas, pero no la única. En efecto, entre el pragmatismo de la política económica y la diversidad de visiones país, las instituciones universitarias se transformaron en refugios útiles para albergar la diversidad ideológica. La necesidad de influir en los grupos de poder y el status que otorga el modelo universitario, fue un ambiente prolífico para cobijar a distintos actores que tuvieron o querían tener influencia en las decisiones país. El sistema universitario privado no ponía barreras para acoger a dichos personajes, independiente de su mérito académico. Las universidades tradicionales, encontraron fórmulas para hacerles espacio, garantizando la mínima perturbación al quehacer de la academia.

Bajo este esquema, el funcionamiento del actual sistema, es fruto de lo que sembramos. En la formalidad, las instituciones se adaptan a las exigencias para funcionar como universidades. En la práctica, cada institución sigue los lineamientos de sus controladores. Todo bien sino fuera porque, varias de dichas particulares y acomodadas visiones, dejarían de ser viables sin el aporte de todos los chilenos. 

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