Editorial

Monumentos enceguecedores

Que le levanten un monumento es por antonomasia la máxima aspiración de un prócer, confesa o cuidadosamente oculta bajo una trabajosa capa de modestia, el mejor sustituto de inmortalidad y fama perdurable, a pesar de los riesgos ambientales y palomas iletradas, desagradecidas y sin reglas de comportamiento.

Por: Diario Concepción 07 de Marzo 2017

Que le levanten un monumento es por antonomasia la máxima aspiración de un prócer, confesa o cuidadosamente oculta bajo una trabajosa capa de modestia, el mejor sustituto de inmortalidad y fama perdurable, a pesar de los riesgos ambientales y palomas iletradas, desagradecidas y sin reglas de comportamiento.

El otro riesgo es que el monumento sea feo, o que no corresponda al perfil del héroe homenajeado, o como ha ocurrido en Copiapó, que el monumento se salga de norma, que se preste para comentarios banales. Sucede con cinco estatuas de históricos personajes de la ciudad realizados por un escultor nacional y fabricados en China con aspecto más bien chinesco. De un imperial y enceguecedor dorado, con la respetable altura de entre 2,5 y 3,5 metros de alto. Un dorado intenso que hace imposible no mirarlas, pero también dificulta hacerlo a plena luz, por el reflejo del sol.

Por supuesto se ha dicho de todo, casi nada bueno, estamos acostumbrados a monumentos de un sobrio color verde oscuro o, en su defecto, de un aristocrático bronce envejecido, que en contraste hace aparecer estas nuevas obras de arte como carnavalescas, o más apropiadas para el Palacio de Versalles. Es raro que haya sucedido, se supone que hay una ley, la 17.288, que establece la aprobación del Consejo de Monumentos Nacionales antes de proceder.

Es cierto que con tanto Pokemon y juegos virtuales, espléndidos en gráfica, con paletas de millones de colores como cosa de todos los días, puede muy bien atenuarse nuestra tradicional sobriedad, pero de esas evoluciones los próceres no tienen culpa alguna. Estaban posiblemente en paz, se supone descansando, pero muy a su pesar están, inocentes, a plena luz del debate público.

PROCOPIO

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