Editorial

La indeclinable tarea de embellecer la ciudad

La proliferación de rayados y grafitis se ha convertido en un incordio en donde se enfrentan argumentos como la libertad de expresión y el arte popular, es decir rayar las paredes se reivindica como expresión cultural y política, solo que como consecuencia éstas parecen una alegoría al desorden y al abandono.

Por: Diario Concepción 27 de Febrero 2017

El aspecto de la ciudad es uno de los atributos más buscados por la gente que la vive. Provistos los servicios básicos, la seguridad y el transporte, la belleza de la ciudad contribuye, muy generosamente, a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, al mismo tiempo que redunda en beneficios colaterales nada de despreciables, como hacerla atractiva para el turismo, para motivar las inversiones, la ciudad funcional y bella, la más buscada.

Las hay internacionalmente famosas; Florencia, París, Budapest, Venecia, entre un abundante inventario de dura competencia, pero en escala menor, cualquier ciudad puede y tiene que ser una ciudad bonita, para orgullo de sus habitantes.

Ninguna quisiera recibir el apelativo, como el absolutamente injusto de "Lima la horrible" que se quedó a consecuencias de un libro viejo, escrito por Sebastián Salazar Bondy en 1964 que ni siquiera tenía la intención de calificar la estética urbana de la capital del Perú.

El sobrenombre ronda por allí, advirtiendo que un motivo no siempre exacto puede llegar a rotular una ciudad, ningún penquista querría que su ciudad haya sido catalogada como Concepción, la sucia, por mucho que en su fuero interno piense, al verla, que un denominador de esa naturaleza no sería del todo injusto. 

Un capítulo es el manejo de residuos y basura, a pesar de ingentes esfuerzos municipales y una reciente licitación para este efecto, las calles y veredas no están limpias, los prados suelen tener papeles sucios y envases de todo tipo, sobre todo de bebidas alcohólicas. Los basureros, pocos y mal tenidos, suelen mostrar un aspecto deplorable, llenos y una desagradable aureola cercana de residuos y manchas de todo tipo.

El otro factor es la proliferación de rayados y grafitis que se ha convertido en un incordio en donde se enfrentan argumentos como la libertad de expresión y el arte popular, espontáneo y contestatario, es decir rayar las paredes se reivindica como expresión política, solo que como consecuencia las paredes de la ciudad y las cortinas echadas de los locales comerciales parecen una alegoría al desorden y al abandono.

Se podría aceptar que los grafitis sean una expresión artística y, de hecho, muchos de ellos demuestran un oficio avanzado, que en esa condición podrían obtener los espacios adecuados mediante una mutuamente acordada normativa con los municipios, pero de muy diversa especie es el rayado, en cualquier parte y de cualquier modo, sin respeto a nada, señalética urbana, edificios patrimoniales o monumentos que son vandalizados indiferentemente. 

En opinión del arquitecto Christian Yutronic, "si alguien no soporta ver rayados los muros de su casa, de su barrio o de sus monumentos…, sepa que la pelea está perdida de antemano como cualquier pelea contra un enemigo invisible, al cual no se puede ver porque no es uno, sino miles".

No es la opinión de autoridades en todo el planeta, ya para la gran mayoría de los transeúntes un sector de la ciudad lleno de rayaduras da a entender que allí el control no existe, o es irregular, por tanto la seguridad ciudadana no está garantizada, es por eso que la situación es cercanamente controlada, con las medidas que corresponda. Desde el diálogo, las campañas o derechamente mediante medidas punitivas a quienes destruyen los bienes públicos. Ciertamente, por libertarios que seamos, nadie puede hacer con la ciudad lo que buenamente le plazca.

Etiquetas