Deportes

Cuando el deporte es la llave que abre todas las puertas

El alumno de Ingeniería Civil de la U. de Concepción ha hecho de la actividad física no solo una vía para destacar en el ámbito competitivo, sino que además una forma de vida que le abrió las puertas a la educación superior, a la salud y a un futuro prometedor.

Por: Samuel Esparza 18 de Enero 2021
Fotografía: Cedida

Para Cristóbal Gutiérrez (24) hay un antes y un después del taekwondo. Siendo un niño, su madre lo inscribió como una forma de solucionar sus problemas de conducta, que en el colegio lo hacían llenar páginas con anotaciones negativas y ser el favorito en la silla de castigados. Quizás ni ella misma pensó en la transformación radical que viviría su hijo al alero de este deporte de contacto que marcaría su vida.

Lo que partió como una imposición, rápidamente pasó a ser una influencia positiva. “En un inicio me gustó la marcialidad, esa forma de entrenar y relacionarse a partir de una filosofía. Conocí a niños que practicaban otras artes marciales, pero noté que el taekwondo era diferente, pacífico y que no busca la violencia, sino que resolver los conflictos con palabras. Eso se metió muy fuerte en mí, al punto que pasé de ser un niño problema a otro que, con suerte, tenía una o dos anotaciones en el año”, relata.

Aquello sentó una base definitiva en Cristóbal, que paulatinamente fue adquiriendo no solo los valores, sino que todos los condimentos que sirvieran a su desarrollo personal.

“Me fui dando cuenta que la marcialidad afecta de forma positiva en analizar las situaciones. Cuando estás en el tatami, tienes pocos segundos para resolver cómo responderás, porque si demoras mucho te llega una patada en la cabeza y quedas nocaut, y eso se transmite también a la vida real”, asegura.

Brillando en el tatami

Cristóbal partió compitiendo a nivel escolar siendo alumno del colegio San Pedro Nolasco y con la batuta del instructor Claudio Varas. Su participación en el circuito escolar continuó cuando pasó al colegio San Ignacio, con Viviana de La Rosa de profesora. Ahí también ingreso a su primer club (Aegym), a partir de lo cual creció velozmente, siendo asiduo participante de torneos en el sur de Chile.

Así llegó el tiempo de la educación superior, instancia donde el taekwondo resultó ser la llave para abrir la puerta a su gran sueño. “Entré a la Universidad de Concepción gracias al deporte, con cupo de deportista destacado pude acceder a mi carrera. Fue el cumplimiento de un sueño, mi meta en la vida y me lo dio el taekwondo”, destaca.

Dice que en la UdeC se encontró con un excelente nivel, pero que se adaptó rápido. “Cuando estaba en la media me gustaba enfrentar a cinturones negros, a los más grandes y mejores. Entonces ya estaba acostumbrado a una cierta exigencia, que me ayudó al momento de encontrarme con una alta competitividad en la universidad. En un inicio era tremenda, porque el torneo universitario daba sólo un cupo por categoría, lo que obligaba a hacer topes internos para definir a los participantes. Ahora eso cambió, es más masivo y he tenido llaves combatiendo hasta con ocho competidores, es más inclusivo”, explica.

Su desarrollo desde que es mechón, habla por sí solo en la competencia universitaria. En los primeros años solo llegó a los zonales, hasta que estando en tercero pasó las etapas locales clasificando al nacional y colgándose la medalla de bronce con el tercer puesto de su categoría, en lo que es hasta aquí su mejor resultado.

Por eso es que, tras un año de pandemia e inactividad, lo único que espera es poder regresar al tatami. “Tengo mucha ilusión de volver a competir y despedirme como campeón en mi último año. Representar a la UdeC es algo grande sobre todo en este deporte, cuando competimos lo hacemos en equipo con una linda rivalidad con la UBB, con quien siempre nos peleamos los títulos regionales. Nos gusta sentir el equipo, le tenemos cariño, damos todo en el tatami”, reconoce.

Futuro claro

Eso es a corto plazo, porque para el mediano ya está dando pasos claves en su deseo de seguir ligado a la actividad. “En mi vida el taekwondo es fundamental, he practicado muchos deportes en paralelo pero el taekwondo me dio una estructura y guía, me ayudó a ser una persona ordenada y hasta a superar el déficit atencional. Por eso quiero seguir, gracias a esta disciplina creé un centro deportivo llamado CDI donde fomentamos el deporte y la vida sana”, cuenta.

Pero no solo eso, porque tiene previsto seguir pisando el tatami por mucho más, aunque desde un nuevo rol. “La meta es competir, practicar este deporte hasta que mi cuerpo diga. Pero también soy árbitro nacional de taekwondo en la modalidad combate, pertenezco a la federación y mi gran objetivo es ser árbitro internacional, que es el sueño de todos. Requiere tiempo, compromiso, para lograrlo hay que tener muchos campeonatos y seis años de arbitraje. Pero es una carrera para toda la vida, con la que sueño llegar a un mundial y los Juegos Olímpicos. Esto recién comienza”, sentencia

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