“Jaime Nova reclutó jugadores que estaban al tope de edad. La división era hasta 23 años, así que todos nos jugábamos nuestra última oportunidad. Para el club y para nosotros era subir o nada”, cuenta Freddy Tapia, desde Santa Cruz. “Reggaetón” venía de perder dos finales de ascenso, en Colchagua e Iberia. “Me dijeron que Naval estaba armando la selección de Tercera. Se sufrió, pero lo hicimos”.
El delantero recuerda que “como en la sexta fecha cambiamos de técnico y llegó Marcelo Miranda, que nos trataba con cariño, pero también nos retaba cuando te mandabas un condoro. Te llamaba rapidito al camarín. Él es una persona muy cristiana y creo que lo espiritual unió más ese camarín, generó un compañerismo muy especial, que sigue hasta hoy”.
¿Y cómo jugaba ese equipo? Tapia detalla que “el mediocampo era de experiencia para la serie. Pancho Castillo y Munizaga habían jugado en Primera, Urbina y Lacroix tenían buen pie. Para los de arriba, se hacía más fácil, en una división que era de mucha garra, roce, de meter en canchas malas, barrosas”.
Acevedo fue el mejor portero de la división, por las bandas corrían el “Pelao” Salas y Boris Sandoval, dos aviones. Riquelme, Faúndez y Fernández eran los centrales y también destacaban Orellana, Herrera, Pozo y Sepúlveda. “Reggaetón” señala que “aún así, tenías que competir con Iberia, los dos Temuco y Colchagua. Hasta el final, fuimos todos muy parejos en puntos”.
En la primera etapa, de cuatro grupos, Naval avanzó cómodamente. Luego, vino una repesca extraña con Unión Bellavista (el ancla ganó ambos duelos) y la liguilla final con los 8 mejores. Agotador. En la durísima fase final, los choreros lograron 19 de los 21 puntos posibles en El Morro. La localía fue clave.
“En la penúltima fecha no podíamos con Iberia en casa. Estábamos 1-1 y los otros resultados nos dejaban muy mal. El gran hito de ese ascenso fue ganar 2-1 ese partido, al final, con un tiro libre muy feo del Pichunga. Yo creo que nunca le pegó tan mal, pero daba lo mismo. Ahí sentimos que éramos capaces de todo”, cuenta el “21”. Miranda hablaba de un milagro.
La última estación fue en Santiago, contra Magallanes. Tapia cuenta que “viajó mucha gente, éramos locales y perdíamos hasta los últimos minutos. No jugamos bien, para nada. Munizaga convirtió el penal y fue todo tan hermoso: la vuelta, la gente en la cancha, las lágrimas. Naval me marcó para siempre, nunca olvidaré eso”.
Y la gente los recuerda. “Nos homenajearon el 2018 y mis hijos, ahora más grandes (Ian, de 13, e Ignacia, de 7) pudieron entender mejor lo que hice, ver el cariño de la gente hacia uno. Eso es lo más lindo para un padre. Muchos de ese equipo jugamos después en el profesional, cumplimos nuestro sueño gracias a Naval”, expresó.