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Sergio Cares, halterista: el nuevo campeón que surge desde las tarimas regionales

Con 17 años, el pesista formado en el Club Manquimávida de Chiguayante es todo presente; y también futuro. Récord nacional juvenil, desde este año vive en el CAR participando del proceso de la selección chilena.

Por: Samuel Esparza 09 de Septiembre 2019
Fotografía: Cedida

Se dio a conocer en 2017, cuando sorprendió a todos con el tercer lugar de la división 69 kilos en el Campeonato Nacional Sub 15. Un año después, mejoraba su performance confirmando que era un nombre para tener en cuenta, luego de colgarse la medalla de oro en el Nacional Sub 17, cumpliendo su mejor marca personal con 93 kilos de Arranque y 110 kilos de Envión.

Sin pedir permiso, Sergio Cares (17 años) se hizo de un lugar de respeto en la nueva camada de pesistas chilenos. A su talento natural, sumaba el hecho de tener como entrenador a un histórico como Jaime Iturra, poseedor durante más de una década del récord chileno de los 62 kilos. Así, bajo el alero del Club de Levantamiento de Pesas Manquimávida de Chiguayante, el joven deportista fue armándose de una base deportiva como pocos, y que no cesó de dar réditos competitivos.

Por eso, no extrañó que pronto se ubicara en la órbita del head coach nacional, Giorgi Panchev, quien lo convocó para integrar el proceso del combinado criollo con miras al Mundial Sub 17 de este año.

Experiencia que no desaprovechó, y que lo hizo crecer hasta constituirse en la gran figura del Campeonato Nacional Sub 15 y Sub 17 que se realizó en junio, donde se coronó campeón Sub 17 en la división -67 kilos, levantando 104 kilos de arranque y 127 kilos de envión, nuevo récord chileno para el peso.

Presentación que le valió ser elegido como el mejor deportista del certamen, además de clasificarlo al Panamericano de la especialidad que se realizó recientemente en Ecuador, donde finalizó cuarto.

Del liceo al tablón

Fue a los 14 años que Sergio Cares se encontró con la halterofilia, cuando se integró al taller que dictaba Jaime Iturra en su liceo, el Enrique Molina Garmendia.

“Estaba interesado en buscar un deporte así es que dije ‘por qué no’. Pronto le agarré el gusto, seguí participando y no tardaron en llegar los logros. Para mí fue sorpresa destacar, porque soy más bien delgado y mi fuerte siempre fue lo aeróbico, correr harto. Mis aptitudes eran de atleta, el tema de fuerza nunca me lo esperé, parece que lo tenía bien guardado”, dice riendo.

El podio en el Nacional Sub 15, en 2017, le dio el empuje definitivo. “Nunca lo esperé. Cuando me avisaron que iría a mi primer Nacional fue emocionante, pero mucho más fuerte aún fue sacar un tercer lugar. Igual fue raro, porque si bien estaba contento y todo, me quedó la sensación de que podía dar más. Así es que me preparé y me enfoqué todo ese año para el próximo nacional, donde salí campeón Sub 17; ahí sentí que no quería otra cosa. Además que estaba con uno de los mejores entrenadores de Chile como es el ‘profe’ Jaime, él me ayudó harto y fue clave en mi formación”, asevera.

Al mismo tiempo, dice que se le abrió el apetito de seguir creciendo. “Nunca me sentía conforme, siempre dije que quería más. Y quiero más, tengo hambre de lograr cosas, estoy enfocadísimo y tengo objetivos muy altos”, añade.

De selección

Fue tan buena la impresión que dejó en esos torneos, que su nombre llegó al head coach nacional, el búlgaro Giorgi Panchev, que no tardó en convocarlo a la selección.

“A fines de 2018 me llamaron para un concentrado de verano de dos semanas de cara al Mundial de este año. Fui uno de los más cercanos a poder ir, pero lamentablemente no pude lograr la marca. Aun así dejé una buena impresión y eso hizo que me llamaran para estar durante este año completo en Santiago trabajando del proceso”, sostiene.

Y él cumplió, porque en junio se proclamó campeón nacional con récord en la categoría de -67 kilos, consolidándose como una de las promesas de la especialidad. “Fue duro dejar a la familia y radicarme en Santiago, pero me apoyaron mucho, me instaron a seguir mi camino y no desperdiciar la oportunidad que se me daba; gracias a ellos estoy acá. Pese a que al principio me costó harto el tema académico (cursa Cuarto Medio en el Internado Barros Arana), porque estudiar desde las ocho de la mañana y terminar de entrenar a las nueve de la noche es pesadísimo, logré adaptarme. Y ha significado un crecimiento en lo deportivo, en la técnica y preparación para la alta competencia. Siento que no tengo techo, voy por unos Juegos Olímpicos y más”, concluye.

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