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Felipe Millán perdió todo, pero aun ruega por la vida de su padre

Por: Paulo Inostroza 27 de Octubre 2017
Fotografía: Romilio Pasmiño G.

Un minuto demoró el fuego en dejar la casa del jugador de Naval hecha solo cenizas. Ahí vivía con sus papás y tres hermanos, los mismos que hoy piden un techo a sus nobles vecinos.

“Salí en puros calcetines y short y vi cómo se quemaba nuestra casa. No tengo nada más. Lo perdimos todo y mi papá fue el que la sacó peor. Se quemó casi el 50 por ciento del cuerpo”. Felipe Millán había renunciado hace poco a Vallenar y estaba de vuelta en la zona. Con sus papás y sus cuatro hermanos, incluyendo la pequeña de quince. Estaba entrenando por las mañanas en Naval, para no perder el  ritmo, pero por la tarde, cerca de las cinco y media, se desató el infierno en 5 poniente, cerca del Club Hípico. El “Negro” habla de su papá y lo que fue su casa y se le corta la voz. Lo hace mientras toma unos clavos, levantando una nueva mediagua con el sol implacable sobre su cabeza. A sus 23 años, sabe que la vida es para los peleadores.

El ex de Vial y del puerto repasó que “mi papá tenía unos bidones con bencina y se le dio vuelta una estufa a parafina. Nuestra casa eran dos mediaguas juntas, todo de madera, así que el fuego agarró rápido. No se demoró nada en quemarlo todo. Mi  papá alcanzó a salir, pero se quemó harto. Mi hermano se quemó los brazos y las manos por ayudarlo y sacarle la ropa y mi mamá quedó mal de la cadera, un brazo y una pierna. Fue terrible. A mi hermana la mandamos igual al liceo para que haga su vida normal, pero nos faltan un montón de cosas de colegio”.

Papá en la UCI

El papá de Felipe está internado en el Hospital Regional. “Le dije al doctor que me dijera la verdad, que yo soy duro y que me diga realmente cómo está. Ahí me explicó que las heridas fueron hartas y si se infectan mucho es peligroso. Dijo que si eso no mejora, puede perder la vida. Ahora nos turnamos todos para verlo en la tarde, porque también hay que estar acá levantando la mediagua”, expresó.

El fiero defensor es un tipo sencillo, de origen muy humilde. En su casa nunca sobró nada, pero jamás faltó cariño. Sus vecinos y compañeros lo reconocen. Millán comentó que “estamos viviendo donde unos vecinos, que nos ayudaron inmediatamente. Yo vivo acá desde cabro chico y todos me conocen. Una vecina cocina y ahí comemos todos. Me pone contento saber que la gente te tiene cariño. Allá en Vallenar, el ‘Zorrito’ (Roberto) Muñoz llamó al Sifup y nos mandaron una platita. Aquí todo sirve. Mira, a mí si se acerca alguien y me pasa un par de calcetines yo de verdad se lo agradecería de adentro. Porque saber que están contigo ya es algo que te hace seguir adelante”.

Y  llegó una mediagua desde la municipalidad. “Estamos juntando dos, como vivíamos antes, porque somos seis personas”, advirtió. Nunca ha sabido de grandes comodidades, pero hoy no tiene ni lo mínimo. Trata de no quebrarse y prefiere seguir trabajando, levantando madera, visitando a su papá para tomarle la mano y decirle que todo va a estar bien. La vida de los Millán cambió de un momento a otro, pero sigue. Él lo sabe. Ahora es momento de que la gente le dé la mano a uno de los suyos. A uno bien humilde que necesita pararse de nuevo.

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