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Tristes al ver la tremenda sonrisa de Thiaguinho

Sus compañeros le dieron la sorpresa. Al ver su vídeo lloré y corrí inmediatamente a casa a abrazar a mi hija.

Por: Diario Concepción 30 de Noviembre 2016
Fotografía: imagenPrincipal-848.jpg

Sus compañeros le dieron la sorpresa. Al ver su vídeo lloré y corrí inmediatamente a casa a abrazar a mi hija. 

Por: Paulo Inostroza
Periodista y Escritor

Han pasado más de 60 años y Bobby Charlton aun dice que “cuando repaso mi carrera, lo primero que recuerdo no es mi título Mundial, veo el avión y me pregunto por qué yo no”.

Lo mismo dirá Martinuccio, que estaba lesionado y no viajó este lunes a Medellín. En casos así, parece más lamentable quedarse que haber muerto. Porque allá arriba estaban los tuyos, esos con los que hacían fuerzas y eran capaces de sacar de camino a los grandes del continente. Tu otra familia.

Esos que consiguieron que toda Sudamérica se identificara contigo, porque veían a Vial o a Naval saliendo del camarín sin pintura para jugar la final del continente. Era el Conce, olvidando sus mil deudas, para insolentarse ante los poderosos.

Chapecoense era el trabajador que sacándose la cresta y sin malas artes logra un ascenso y puede al fin cumplir con la carta que sus hijos escribieron al Viejo Pascuero. Aunque sea por un par de años. De alguna forma, todos éramos el Chapecoense y todos íbamos en ese avión. Todos chocamos esa noche y, a la vez, nos preguntamos por qué ellos y yo no.

Puede ser por las redes sociales o lo que sea, pero este accidente fue más cercano que el de Alianza Lima o Green Cross el ‘61. Debe ser culpa de los hinchas que, reunidos donde los jugadores solían cambiarse ropa y atarse los botines, comenzaron a rezar entre lágrimas.

Debe ser culpa de esos videos donde se abrazaban al eliminar a San Lorenzo o ese antes del viaje, donde veíamos un grupo de niños soñadores justo antes de volar para tocar el cielo. Y debe ser culpa de Thiaguinho, que justo antes del vuelo supo que sería padre. Sus compañeros le dieron la sorpresa y grabaron esa tremenda sonrisa.

El último recuerdo para su bebé que patalea sin saber contra quién quejarse. Vi su sonrisa, lloré y corrí inmediatamente a casa a abrazar a mi hija.

Ellos no debieron estar arriba, pero por algo nosotros seguimos acá abajo.

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