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Historia juveniles que inspiran: “Mi nombre es Claudio…”

A pesar de todo, el encierro me sirvió para cambiar, aprender a considerar lo que me habían inculcado mis padres, cuando estaba con ellos en la casa no les prestaba atención.

Por: Diario Concepción 08 de Diciembre 2018
Fotografía: Diseño Andrés Oreña P.

Nací en Coihueco, el 29 de noviembre de 1991, tengo veintiséis años, mi familia de origen la conformaban mis padres y hermanos. Yo soy el menor. Hasta los dieciséis años no había tenido mayores problemas con mi familia, pero a partir de esa edad es cuando comienzo a tener juntas de amigos con los que empiezo el consumo de alcohol. En la escuela me iba bien hasta que me puse a trabajar en el campo y ganaba dinero, prefería eso, salía con amigos los fines de semana y bebía. Tenía diecisiete años cuando tuve conflicto con la justicia, edad en la que fui detenido. En total, estuve privado de libertad un año siete meses. Al comienzo fue un proceso muy triste y angustioso, estar lejos de mi familia y no tener la libertad de salir. Con el paso del tiempo uno tiene que adaptarse, conocí a otros jóvenes con dificultades similares a las mías, fui haciendo amigos y me llevaba bien con los tíos, asistía a los talleres, aprendí a soldar en el prelaboral de estructuras metálicas. Recuerdo que en esa época se generaban muchos problemas entre los jóvenes residentes, peleaban y tenían muchos conflictos. A pesar de todo, el encierro me sirvió para cambiar, aprender a considerar lo que me habían inculcado mis padres, cuando estaba con ellos en la casa no les prestaba atención. El encierro me hizo reflexionar y madurar. Mi familia, mis padres y hermanos nunca me dejaron solo y siempre tuve todo el apoyo de ellos, regresé al hogar que nunca debí dejar y comencé a trabajar de inmediato. Nunca volví con mis antiguas amistades. Tenía miedo y aún lo tengo (de las represalias), por la causa que me hizo perder mi libertad, ya que estoy amenazado. Entre mis realizaciones más importantes considero haber formado mi propia familia con Lorena, quien apoya todas mis metas y mi hijo Cristopher, quien le da sentido a todo lo que proyectamos, es motivo de gran responsabilidad. Valoro mi trabajo porque me permite conseguir las cosas que necesitamos y nos permite proyectarnos al futuro.

Creo que por estas experiencias he madurado y puedo pensar mejor las cosas que hago y las que tengo que hacer para superar las dificultades que presenta la vida.

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