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Gabriel Salazar: “El problema no soy yo ni las mujeres, es Leonardo León”

“No me siento culpable de una actitud antifeminista”, afirmó el reconocido historiador, hoy cuestionado por su otrora cercanía académica con el abusador sexual y ex docente de la Universidad de Chile Leonardo León.

Por: Javier Cisterna 09 de Junio 2018
Fotografía: Raphael Sierra P.

“Sigo investigando, sigo escribiendo y sigo participando de asambleas ciudadanas”, afirma Gabriel Salazar, Premio Nacional de Historia (2006) y uno de los más trascendentes cronistas del acontecer social del Chile de los siglos XIX y XX.

De fugaz paso por el Bío Bío la semana anterior, el autor de “Labradores, peones y proletarios” y “Ser niño ‘huacho’ en la historia de Chile” visitó el Liceo Vicente Palacios de Tomé en el marco de su aniversario °113, oportunidad en que dictó una conferencia sobre educación pública a la comunidad estudiantil.

La actividad, sin embargo, estuvo cerca de verse condicionada por anuncios de “funa” que reprodujeron en redes sociales mujeres movilizadas. Diversas agrupaciones, tanto de Tomé como Concepción, rechazaron la presencia de Salazar en la zona producto de su cercanía con el académico Leonardo León, ex docente de las universidades de Valparaíso y de Chile culpable de acoso y abuso sexual. También le reprochan al historiador social sus dichos sobre la orgánica feminista y lo que, señalan, es una relativización del caso León.

En esta entrevista, Salazar desestima las críticas, asegurando que solo pidió un castigo proporcional para quien fuera su camarada en la prisión política y el exilio. No obstante reconoce ser presa de un problema mayor, cuyas implicancias aún lo apremian en el fuero más interno.

“¿Qué haces tú cuando una persona muy cercana a ti comete un delito?”, se pregunta el investigador. A renglón seguido se responde: no lincharlo ni tampoco alegar su inocencia, sino más bien abogar por una pena justa y racional. “Eso es lo único que pedí”, retruca Salazar.

– ¿Cuál es su mirada de la demanda por una educación no sexista?

– Como cosa general, estoy plenamente de acuerdo. Una educación no puede ser sexista. Ahora, ¿qué significa específicamente sexista? No me queda del todo claro el concepto. Sí entiendo que es una consigna de batalla. Tenemos marchas, tenemos que llevar consignas, que son frases cortas y contundentes. Yo creo que encaja y revela lo que quiere el movimiento, pero si queremos una buena educación no es cuestión de plantear que sea sexista o no. Una buena educación tiene que ver con todos los problemas que afectan a una comunidad y el sexo es uno de ellos.

– ¿Marcaría una diferencia entre este y otros movimientos sociales?

– Hay varias si uno quiere mirar en perspectiva histórica. En Chile los movimientos de mujeres han sido muy pocos y el período principal es del ‘30 al ‘40, que coincidió con la época del Memch (Movimiento Pro Emancipador de las Mujeres de Chile) y con el ascenso del Frente Popular. Lo característico de ese movimiento es que fue un movimiento de mujeres profesionales de clase media, de más edad, y que feneció cuando se acabó la coyuntura del Frente Popular. Después hay un período que se le llama “El largo silencio de los movimientos feministas” que se interrumpe parcialmente en la década de los ‘80 junto a los movimientos de Derechos Humanos. Ahí retorna pero como un movimiento de mujeres adultas. Esta es la primera vez que aparece como un movimiento de mujeres jóvenes. En ese sentido hay una diferencia.

– Las estudiantes reiteran que apuestan por un cambio cultural mayor, diferente a lo que antes se escuchó en universidades y liceos.

– Respecto a los movimientos del 2000 para acá, tiene sus diferencias, porque es un movimiento que efectivamente apunta a un cambio cultural. Es un movimiento que se plantea una cuestión muy de fondo, muy delicada, por eso yo creo que hay que plantearlo no tanto como un movimiento anti, sino como un movimiento pro. Todos los movimientos comienzan anti, pero tienen que desarrollarse como un movimiento pro. Al ser un movimiento pro tiene que plantearse temas mayores, como tratar de normar nuevamente las relaciones humanas en función de otros principios, ya no jerárquicos ni patriarcales, sino que en función de la equidad de género. Así lo interpreto. Es un movimiento que todavía no ha culminado, está en su etapa inicial. Falta aún perspectiva histórica.

– ¿Otro elemento a analizar es el carácter separatista de algunas manifestaciones?

– Es nuevo, yo lo comprendo, pero creo que al mismo tiempo es una tendencia que puede ser contraproducente en el mediano plazo.

– Movilizadas lo cuestionan directamente por su cercanía con Leonardo León, condenado por abuso sexual y ex compañero suyo en la docencia. ¿Qué responde?

– No son imputaciones directas. Yo no soy acosador, sexista ni misógino. Nada de eso. Nadie puede decir lo contrario, por tanto yo creo que son acusaciones injustas. El problema de fondo, y lo entiendo, es el profesor Leonardo León. El problema, mi problema, es qué haces tú cuando una persona muy cercana a ti comete un delito. Qué haces tú. Te sumas a la funa, a un movimiento que llega al linchamiento, porque la pura acusación sin pruebas te lleva a eso, a la inquisición. Es un camino que no iba a seguir. Otra alternativa era decir que era inocente. El tercer camino, que traté de seguir, fue decir “ok, cometió una falta, es cierto, pero apliquémosle una pena justa y racional”. El caso de León es ese.

– Fueron cercanos.

– Él fue alumno mío, discípulo mío. Luego fuimos camaradas en una cárcel de prisioneros políticos, en Tres Álamos. Fuimos exiliados en Inglaterra, trabajamos juntos en editar una revista internacional de historia social. Cuando volví a Chile me reincorporé a la Universidad de Chile y él apareció tres años después como profesor y seguimos siendo colegas. Él siempre quiso ser amigo mío y demostró una amistad a toda prueba. Mi problema personal es que yo nunca me sentí amigo de él. Y aparece con esta falta en la facultad. Qué hago yo. Fue un acosador, apliquémosle una sanción a ese nivel. El caso de su hija es asunto aparte, no tengo nada que ver, eso llegó a la justicia y se aplicó una pena.

– ¿Cómo replica las acusaciones en su contra?

– A mí me afecta mucho no en el sentido de que estos movimientos feministas extremos me acusan, porque no soy ni misógino, ni sexista ni acosador, sino porque (me pregunto) qué hago frente a un amigo, qué hace cualquier persona si un amigo comete un delito. Tú tienes que mantener un mínimo de lealtad, de camaradería. ¿Cuál ese ese mínimo? Una pena justa y un juicio racional, no emotivo. Ese es mi problema y lo tengo hasta el día de hoy, sobre todo porque él quiso ser siempre un amigo y yo “no”, por alguna intuición, porque yo no sabía que él era un acosador. No me siento culpable de un actitud antifeminista, al contrario. Pero bueno, el problema no soy yo ni las mujeres, es Leonardo. Es un problema para él, por ser un acosador, y es un problema para mí, porque fue un amigo del cual no quise ser amigo.

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