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Ordenanzas contra el Acoso Callejero: una realidad lejana en el Gran Concepción

Por: Daniela Salgado 07 de Mayo 2018
Fotografía: Agencia UNO.

La seremi de la Mujer y Equidad de Género, aseguró que sería de gran ayuda que los municipios dieran ese paso.

El debate sobre el acoso sexual callejero se volvió a tomar la agenda de los medios de comunicación gracias a las ordenanzas municipales, impulsadas por las dos comunas de Santiago, que buscan sancionar a través de multas ese tipo de conductas.

El alcalde de Recoteca, Daniel Jadue, fue el primero en encontrar una solución a la problemática que afecta al 75% de la población, según datos del Observatorio Contra el Acoso Callejero (Ocac). A él, se le sumó Joaquín Lavín, convirtiendo a Las Condes, en la primera comuna en dar el vamos a las sanciones que van de 1 a 5 UTM, calculados conforme a la gravedad del acto.

Las medidas adoptadas por ambos municipios, fueron ampliamente aplaudidas por diversos sectores, sobre todo por aquellas organizaciones que resguardan la libertad de las mujeres para desenvolverse por los espacios públicos, sin que ello signifique ser analizadas ni cuestionadas por su aspecto físico.

Así es el caso del Observatorio Contra el Acoso Callejero, organización que trabajó en la construcción de la ordenanza de Recoleta y desde donde recalcaron la importancia de estas medida para la sociedad. “Todos debemos hacernos cargo, porque es un tema país, esto no sólo afecta a las mujeres – evidentemente es la población que experimenta más estos hechos -, pero hay un porcentaje importante de hombres que sufren de acoso, del hostigamiento de sus pares. El acoso callejero es el resultado de una sociedad que naturaliza ese tipo de violencia”, analizó una de las vocera, Daniela Watson.

En qué consisten las ordenanzas

El objetivo de las normativas municipales es terminar con las prácticas de connotación sexual ejercidas en espacios públicos por desconocidos y sin el consentimiento de la otra parte en cuestión.

Es por eso que se sancionarán los actos verbales de connotación sexual que resulten ofensivos hacia otra persona, tales como: gestos obscenos, silbidos, jadeos, comentarios, insinuaciones que resulten humillantes, hostiles u ofensivas; las capturas de cualquier registro audiovisual del cuerpo de otra persona sin su consentimiento; actos explícitos como: abordajes intimidantes, exhibicionismo o masturbación en público, persecución u otro; y acciones que incluyan contacto corporal de carácter sexual, como tocaciones.

Uno de los puntos complejos de la iniciativa es la validación de las denuncias, para eso la víctima contará con un número telefónico para realizar la acusación, entregar las características del hecho, dónde ocurrieron, cómo era el sujeto, ingresar el número de patente en los casos que sea una persecución, etc. Además, serán de suma utilidad, las grabaciones, fotografías, videos y los testigos para corroborar la versión de la víctima ante el juzgado de policía local.

Ilustración Sara Monthi.

Las alarmantes cifras que impulsaron la medida

De acuerdo al último estudio realizado por el Observatorio contra el Acoso Callejero (2015), el 75% de la población reconoció haber sido víctima de dichas conductas. El 85% son mujeres y el restante son hombres acosados por un grupo de su propio género.

En lo que respecta a las experiencias, el 35.8% de las 800 personas encuestadas, recordó hechos de carácter físico y el 22.7% sucesos calificados como graves: arrinconamiento y acercamientos intimidantes, persecución, exhibicionismo y masturbación pública. En su mayoría (70%), los episodios ocurrieron durante la niñez o adolescencia.

Cuando tenía 11 años, Carla Manríquez, acostumbraba a viajar en bus para acudir al colegio. El trayecto no le significaba más de 10 minutos, pero fue tiempo suficiente para que un hombre mayor, aprovechándose de la multitud, le rozara y finalmente le tocara los senos, sin que ella pudiera hacer algo al respecto. “Fue terrible porque era una niña que recién estaba cambiando su cuerpo. Me sentí avergonzada, como sucia”.

Ese hecho no fue el primero ni el último que debió experimentar. Antes de salir de 8vo básico, Carla cambió la forma de vestir, prefería irse siempre con amigas al colegio y temía subir a buses llenos. Ese cambio en su personalidad es para la psicóloga y directora del centro de atención psicológica de la Unab, María José Millán, algunos de los efectos que provocan en las adolescentes ese tipo de agresiones.

Esto, porque muchas de ellas no cuentan con “las herramientas para enfrentar esas situaciones. Muchas se quedan calladas y se sienten culpables de lo sucedido. El problema se incrementa cuando son episodios reiterativos porque puede generar un trauma considerable”, explicó la especialista.

De hecho, de acuerdo al mismo estudio, el 15% de las mujeres y el 10% de los hombres sufrieron síntomas post-traumático.

La reacción de Carla – cuando era niña- , no es muy lejana a la tuvo Romina Muñoz, cuando siendo adulta vivió un episodio en una calle concurrida. “Un día estaba esperando a mi pololo en un paradero de Colón, eran las 7 de la tarde en pleno invierno, y de pronto bajó un tipo de la micro, pasó de largo, me miró y se devolvió, se ubicó cerca de mí pero pensé que estaba esperando a alguien. Yo estaba sentada en una casita del medidor que está cerca de una farmacia en Colón y me empecé a percatar que el tipo se metía a cada rato la mano en el pantalón y sacaba el teléfono. No pasaron muchos minutos y de pronto estaba detrás de mí masturbándose. Recuerdo que le pegué, salí corriendo y me puse a llorar dentro de la farmacia”.

Sus lágrimas no fueron solo de impotencia, sino de rabia, de asco, de sentirse vulnerable, dijo.

Algo similar vivió Paulina Montes en pleno verano. “Estábamos con una amiga en la playa de Penco, a eso de las 5 de tarde, y un tipo que no superaba los 30 años se nos acercó para pedir fuego, se sentó cerca de donde estábamos y comenzó a mostrar sus genitales. Mi amiga lo encaró, no sólo por nosotras sino porque había muchos niños, y nos dijo que le gustaba que lo miraran. Como lo echamos, se fue y de lejos podíamos ver cómo nos miraba y se masturbaba. Quedamos impactadas”.

Esto y muchos otros relatos, han impulsado a algunas organizaciones a insistir en la urgencia de la aprobación de la ley contra el Acoso Callejero.

¿Se podrían replicar las ordenanzas en el Gran Concepción?

Para la seremi de la Mujer y Equidad de Género, Marissa Barros, las iniciativas impulsadas por los municipios responden a que “nuestro país está actualmente transitando desde una sociedad que aceptaba como normales muchas conductas, entre ellas las que actualmente se consideran constitutivas de acoso callejero, hacia una sociedad en la que ya no es aceptable que una persona tenga estas formas de referirse a otra, disminuyéndola, discriminándola o afectando su dignidad. En ese sentido, nos parece que este tipo de normativas son necesarias para visibilizar esta problemática y reforzar la urgencia del cambio cultural”.

A su vez, afirmó que es factible replicar dichas medidas en la Región y que “sería de gran ayuda para las mujeres que han sufrido estas agresiones que los municipios dieran ese paso, porque nos convertiría una sociedad más responsable, menos discriminadora y agresiva”.

Pese a las buenas intenciones de la autoridad regional, lo cierto, es que en los municipios locales, el acoso no es prioridad. A pesar de los reiterados intentos por tener la visión, medidas y posturas frente a la materia, sólo la Municipalidad de Concepción y de Talcahuano entregó detalles de cómo abordan la temática.

Paula Concha, directora de Desarrollo Comunitario del municipio penquista, señaló que en la comuna no existe una ordenanza específica porque “el enfoque más que sancionar debe apuntar a crear una cultura del respeto a las mujeres”.

Para ello, la acción del municipio responde a “generar políticas y acciones que promuevan una convivencia sana entre hombres y mujeres desde la infancia, es decir, trabajando desde las escuelas, desde nuestra oficina de la Mujer y en todas las instancias comunales”, detalló Paula Concha.

A modo de cierre, enfatizó que “no se puede generar un sesgo atribuyendo una mala práctica exclusivamente a los trabajadores de la construcción, por ejemplo, porque el acoso es un problema que se da en distintos espacios laborales y en los espacios compartidos, como los medios de transporte”.

Por su parte, el alcalde de Talcahuano, Henry Campos, aseguró que “todo es estudiable y analizable, pero debe ser abordado de manera seria y no populista. Yo creo que hay que tener un grado de conciencia para no terminar persiguiendo absolutamente todo lo que se haga en la comuna, porque la idea es que las ciudades tengan un grado de libertad de opinión, sin embargo proferir algún mensaje o dicho para adular a la mujer es distinto a uno de connotación sexual y que tienda a ofender a las mujeres”.

Para la máxima autoridad de la comuna puerto, el enfoque no está en sancionar sino en abordar la temática desde el cambio cultura. Para eso, trabajan en conjunto con el Centro de la Mujer y que consiste en “sensibilizar sobre el acoso sexual callejero, que se comprenda que sólo se refiere a las tocaciones, sino a conductas que son bastante lascivas por parte de los hombres, para así crear conciencia y que no sigan ocurriendo, porque una conducta de estas características que no son detenidas a tiempo puede terminar en una agresión sexual y eso es lo que queremos evitar”, recalcó.

Para finalizar, aclaró que “más allá de buscar culpables y tocar el tema como un delito o una falta, nosotros tenemos que evaluarlo muy bien porque no podemos estar aplicando sanción a todo lo que se haga o se diga. Lo que sí, nuestra misión es fomentar la prevención y crear una sociedad culturizada entorno al respeto por el otro”.

Entonces, ¿dónde deben acudir las afectadas?

Dado que estas conductas no están tipificadas como delitos y sólo constituyen faltas, a las instituciones que deben acudir son las policías y la Fiscalía. Caso aparte, son las víctimas de agresiones sexuales, quienes pueden buscar ayuda en “los Centros de la Mujer con que cuenta el Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de Género (SernamEG), y muy especialmente, en el Centro de Atención Reparatoria a Mujeres Víctimas de Agresiones Sexuales donde podrán acceder a psicoterapia reparatoria, acompañamiento y/o representación judicial, atención psiquiátrica y atención social”, detalló Barros.

Los pasos a seguir para la titular regional de Sernameg, están enfocados en “sancionar todos aquellas expresiones de carácter sexual que no tienen consentimiento de la persona afectada y tenemos que ser capaces de sancionar el acoso sexual en general, más allá del que se registra en la vía pública, por ejemplo, llamadas telefónicas o mensajes de WhatsApp subidos de tono, conductas que ocurren en el ambiente de trabajo, etc”.

Sumado a eso, recalcó que los esfuerzos también están enfocados en tipificar la violencia en el pololeo y en modificar la sociedad conyugal para eliminar la desigualdad que afecta la autonomía económica de las mujeres.

Mientras tanto, las mujeres que no viven en Recoleta ni Las Condes, deberán seguir esperando la voluntad política para sacar del congelador el proyecto de ley que fue aprobado 113 votos de los diputados, pero que duerme hace dos años en la cámara alta.

Marissa Barros, seremi de la Mujer y Equidad de Género.

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