Dejar el país mejor de como lo encontramos
31 de Diciembre 2025 | Publicado por: Diario Concepción
Jacqueline Cárdenas
Seremi de Gobierno Biobío
Existe una regla ética simple que aprendemos desde nuestra niñez: cuando ocupamos un lugar, debemos dejarlo igual o mejor. Esa lógica no solo aplica a una casa prestada, sino también a la conducción del Estado. Y ese principio cobra fuerza cuando recordamos que, al asumir en 2022, Chile enfrentaba una inflación que superaba el 14%, una de las más altas en años, y una ciudadanía tensionada por crisis consecutivas. Tres años después, esa misma inflación se ha reducido a alrededor del 3,4%, devolviendo estabilidad y poder adquisitivo a millones de familias. Frente a ese escenario, la decisión fue clara: trabajar para entregar un país mejor.
Los avances están a la vista. Se expresan en cifras, obras y políticas largamente postergadas: inflación controlada, inversión pública histórica, modernización en seguridad y derechos laborales fortalecidos. El sueldo mínimo, que en 2022 era de $350 mil, llegará a $539.000 a partir del 1 de enero de 2026, el incremento real más significativo en más de una década. A ello se suma la reducción de la jornada laboral a 40 horas, que instala un estándar más moderno y humano para el trabajo en Chile, al igual que la reforma de pensiones. Junto con esto, el país avanza en transporte eléctrico, renovación de equipamiento policial y políticas sociales que habían sido postergadas por años. No son promesas; son hechos.
Sin embargo, en tiempos dominados por la inmediatez, los logros parecen tener una duración corta. Lo que ayer era un desafío mayúsculo, hoy se reduce a “no es suficiente”. Queremos transformaciones profundas, pero exigidas a la velocidad de un clic. Esa lógica ha desdibujado nuestra capacidad de reconocer procesos históricos, esfuerzos sostenidos y cambios reales en la vida cotidiana. Y en ese terreno fértil surgen discursos que intentan instalar la idea de un país al borde del colapso, pese a que las cifras y los avances no apuntan en esa dirección.
Se pretende instalar la necesidad de un “gobierno de emergencia”, aun cuando no existe tal emergencia. Un país que estabiliza su economía, que amplía derechos laborales, que impulsa obras estratégicas y que mantiene instituciones funcionando con normalidad, no calza con el relato de decadencia permanente. Cuando un Estado se entrega mejor que como fue recibido, insistir en una narrativa de colapso no es inocuo: estrecha horizontes, erosiona la confianza y normaliza la renuncia a cambios profundos.
Biobío y Chile no están en retroceso. Tienen desafíos grandes, sí, pero también capacidades instaladas, infraestructura en ejecución y comunidades que sostienen la vida cotidiana con esfuerzo y dignidad. La región muestra avances en conectividad, vivienda, seguridad, transporte y desarrollo social; avances que no desaparecen porque algunos prefieran un clima adverso.
Gobernar no es administrar percepciones: es tomar decisiones. Y cuando llegue el momento de entregar el Estado, lo esencial será poder decir con convicción: no fue perfecto, pero fue mejor. Mejor que en 2022. Mejor porque se avanzó donde había estancamiento, porque se enfrentaron temas pendientes y porque se eligió dejar un país más justo y más preparado. Esa es la diferencia entre improvisar y gobernar: entregar un Chile que retoma crecimiento tras el -1% del 2022, que sostiene una inversión pública superior al 4% del PIB —la más alta en una década— y que reduce a menos de la mitad su déficit fiscal. Cifras que muestran que la estabilidad no es retórica: es gestión, consistencia y resultados.