Cuarto de siglo
26 de Diciembre 2025 | Publicado por: Diario Concepción
El aprendizaje histórico, la difusión del conocimiento científico, la cooperación entre Estados y el fortalecimiento de los organismos internacionales que abordan estos problemas comunes deben constituir herramientas prioritarias para lo que resta del siglo XXI.
Rodrigo Castillo Jofré
Abogado. Magíster en Derecho Público
Colectiva Justicia en Derechos Humanos
La división del tiempo, tal como hoy la conocemos, no ha existido eternamente ni ha sido utilizada de manera uniforme por toda la humanidad. Sin embargo, continúa siendo una herramienta útil y significativa para ordenar los acontecimientos, distinguir períodos y fijar metas que, de otro modo, quedarían entregadas a la incertidumbre. Desde esa perspectiva, puede comprenderse la relevancia de reflexionar sobre nuestro siglo y sobre el curso de los acontecimientos hasta este punto, ya transcurridos veinticinco años desde su inicio.
Varias de las expectativas (ingenua o interesadamente) planteadas en el ya lejano año 2000 han ido cediendo ante la realidad. Conceptos como guerra, hambre, invasión o genocidio, que parecían destinados a permanecer en los libros de historia, siguen formando parte de las noticias cotidianas, difundidas a través de la televisión y las redes sociales, muchas veces ante la indiferencia de espectadores inmersos en un flujo de información indistinguiblemente real, falsa o manipulada.
Si a ello se suman los desafíos de los que progresivamente se ha tomado conciencia (la crisis climática, la escasez de recursos y el uso ético de las nuevas tecnologías), se configura un complejo entramado de decisiones que la humanidad deberá enfrentar en las próximas décadas. En este contexto, aprender exclusivamente a partir del ensayo y error, como fue característico del siglo XX, aparece como una alternativa particularmente riesgosa. El aprendizaje histórico, la difusión del conocimiento científico, la cooperación entre Estados y el fortalecimiento de los organismos internacionales que abordan estos problemas comunes deben constituir herramientas prioritarias para lo que resta del siglo XXI. Y que es cada vez menos.
Aunque para muchos no resulte evidente, desde Chile existen condiciones relevantes para contribuir a estas tareas de alcance global. No solo por sus particularidades geográficas y naturales, sino también por la estabilidad democrática sostenida durante estos veinticinco años (y más) y por la disposición de su ciudadanía a enfrentar y superar crisis sociales y catástrofes. Ello no se contrapone con la necesidad de resolver las propias deficiencias internas, pues muchas de ellas pueden y deben abordarse en diálogo con los cambios que enfrenta la humanidad. Este primer cuarto de siglo, con sus luces y sombras, reafirma que Chile dista de ser un país en permanente crisis o un rincón irrelevante. Tenemos oportunidades reales para incidir en las decisiones y la innovación que marcarán esta etapa de la historia, transcurrido el primer cuarto del siglo XXI.