Identidad docente en fuga
22 de Octubre 2025 | Publicado por: Diario Concepción
En Chile se habla mucho de la “crisis de la educación”, pero casi nada de la crisis de quienes la sostienen. Cada año profesoras y profesores abandonan las aulas no porque hayan perdido la vocación, sino porque el sistema educativo les arrancó el sentido y la identidad docente de enseñar.
Según los datos recientes, casi uno de cada diez docentes deja el aula antes de jubilarse. Detrás de esa cifra hay cansancio, frustración y una profunda soledad institucional. El problema no es la falta de amor por la enseñanza. Es el exceso de exigencias y la ausencia de reconocimiento. En el país que multiplica evaluaciones, formularios y discursos sobre la excelencia, los docentes siguen trabajando jornadas interminables, con salarios insuficientes y escasa autonomía pedagógica. Se les pide innovar, pero se les controla cada movimiento; se les exige vocación, pero se les trata como piezas reemplazables.
La investigación “Identidad profesional docente y deserción del sistema escolar en Colombia y Chile” (Otondo y Muñoz, 2024) lo confirma: la deserción no es abandono, es un acto de defensa. Quienes se van no huyen, se salvan. Huyen de la sobrecarga, de los abusos de poder en las escuelas, de la desconfianza de los apoderados y de una burocracia que ahoga toda creatividad. En sus testimonios se repite la misma frase: “me cansé de sobrevivir enseñando”. Chile convirtió la vocación en excusa. Durante mucho tiempo se nos dijo que enseñar era un apostolado, una misión casi mística. Pero la fe no reemplaza las políticas públicas. Mientras se realizan discursos de la “importancia del profesor”, se naturaliza su agotamiento físico y mental.
Hoy ser docente implica enfermar de estrés, conciliar mal la vida familiar, y aceptar que el reconocimiento social es inversamente proporcional al esfuerzo. La paradoja es brutal: el sistema exige que los profesores formen ciudadanos críticos, pero los quiere obedientes. Les pide enseñar libertad en contextos de control y evaluación permanente. Les exige pasión, pero les niega condiciones dignas.
Cada profesor que se va es una derrota colectiva. No del individuo, sino de un Estado y toda la sociedad que ha confundido eficiencia con educación y gestión con pedagogía. Los gobiernos cambian, los ministros rotan, pero el profesorado sigue siendo el fusible del modelo. Chile no necesita más discursos sobre la “vocación docente”. Necesita políticas que la hagan sostenible: menos burocracia, más confianza, mejores sueldos y salud mental protegida por ley. Porque cuando los maestros se van, no se apaga solo una voz en la sala: se apaga un pedazo del futuro del país.
Dra. Maite Otondo Briceño
Directora Departamento de Fundamentos de la Pedagogía UCSC