Estados de ánimo: la ventaja competitiva que no están mirando las empresas
29 de Septiembre 2025 | Publicado por: Diario Concepción
En las organizaciones pasa lo mismo. Somos personas que sentimos, interpretamos, nos contamos historias y cultivamos juicios colectivos que se contagian, se instalan y terminan formando parte de la cultura, aunque no siempre seamos conscientes de ello
Manuel Riveros
Socio de PGX Training y Magíster en Psicología Organizacional
Termina septiembre y estamos a poco menos de dos meses de las elecciones presidenciales en Chile, al menos en su primera vuelta. Independiente del color político que nos represente, podemos distinguir claramente un Chile diferente representado en cada postulante: uno invadido por la delincuencia, otro que ha ido avanzando a un Chile más justo y otro que asegura que el establishment y los apitutados de siempre son el enemigo a vencer. Cada uno cuenta con un relato propio, que busca representar un sentir popular.
Si asumimos por un segundo que el país es un constructo colectivo que tiene un poquito de todo y que depende del observador de turno lo que puede/quiere distinguir, podemos ver cómo cada uno de esos futuros nos genera un estado de ánimo particular: gratitud por lo logrado hasta ahora; indignación por la falta de consecuencia de algunos; angustia frente a la inseguridad creciente, entre otros. Lo interesante es que los estados de ánimo no son un elemento inocuo que matiza elementos más objetivos o estadísticos: las posibilidades que se abren o cierran para un país y el tipo de conversaciones o acciones posibles se ven directamente afectadas por este prisma que son los estados de ánimo.
A pesar de esto, hoy las empresas no los están visualizando como la ventaja competitiva que representan.
Los estados de ánimo, por su parte, son una combinación entre esa emoción básica que habitamos como mamíferos y un relato sobre lo que es posible en el futuro. Por ejemplo, si Chile queda último en las eliminatorias, eso puede generarnos pena o rabia. Pero si a eso le sumamos una narrativa del tipo “para qué nos entusiasmamos, si a la larga somos chilenos no más”, nos inunda la resignación o el resentimiento, un estado de ánimo que se instala y se transforma en el lente con que miramos el futuro.
En las organizaciones pasa lo mismo. Somos personas que sentimos, interpretamos, nos contamos historias y cultivamos juicios colectivos que se contagian, se instalan y terminan formando parte de la cultura, aunque no siempre seamos conscientes de ello. Así como hay organizaciones que viven desde la resignación o el resentimiento, hay otras donde predominan estados de ánimo como la resiliencia o la ambición. Más que estados de ánimos “buenos o malos”, podemos afirmar que hay algunos que abren posibilidades y otros que las cierran. P
or lo tanto, cultivar estados de ánimo que abran posibilidades no es una frivolidad ni una misión exclusivamente de RRHH. Es una tarea estratégica para el futuro de las organizaciones.