Trabajo humano vs. tecnología: cuando innovar significa despedir

20 de Septiembre 2025 | Publicado por: Diario Concepción
Fotografía: Cedida

En países como Alemania o el Reino Unido, los empleadores deben evaluar alternativas de recolocación antes de despedir, además de ofrecer capacitación para facilitar la transición laboral.

Felipe Merino Valenzuela
Ayudante del Centro de Estudios Europeos UdeC

La innovación tecnológica ha transformado profundamente nuestra vida cotidiana en las últimas décadas. En ámbitos como el transporte o las comunicaciones, el mundo digital se ha vuelto indispensable, simplificando tareas y abriendo oportunidades impensadas hasta hace poco. No obstante, junto a estos beneficios emergen riesgos que no podemos ignorar.


En el plano de la economía y el trabajo, el avance de la tecnología y la inteligencia artificial (IA) plantea interrogantes de enorme relevancia. Entre las principales preocupaciones destacan la creciente supervigilancia del desempeño laboral mediante herramientas digitales, la intensificación de las cargas de trabajo por la hiperconectividad y el reemplazo de trabajadores humanos por máquinas o sistemas automatizados.

Este último fenómeno plantea un desafío especialmente complejo para el Derecho del Trabajo. La sustitución de personas por procesos automatizados no solo amenaza la estabilidad en el empleo, sino que también abre un debate ético-jurídico: ¿es legítimo despedir a un trabajador únicamente porque sus funciones pueden ser asumidas por un robot o un sistema de IA?


En Chile, este debate se ha abordado principalmente a través de la causal de despido por “necesidades de la empresa”. En este marco, los tribunales han sostenido que la sustitución de trabajadores por procesos automatizados sólo resulta lícita cuando responde a una crisis empresarial grave que ponga en riesgo la viabilidad de la organización. En caso contrario, el empleador igualmente puede poner término al vínculo, pero deberá pagar las indemnizaciones correspondientes.

Frente a este escenario, resulta urgente avanzar en marcos normativos que regulen de manera justa los efectos de la automatización sobre el empleo. En países como Alemania o el Reino Unido, los empleadores deben evaluar alternativas de recolocación antes de despedir, además de ofrecer capacitación para facilitar la transición laboral. A ello se suma el rol de los sindicatos, que gestionan estos procesos desde una perspectiva protectora y basada en el diálogo social.


En conclusión, la automatización es un avance inevitable, pero su implementación no puede hacerse a costa de precarizar el trabajo humano. El desafío está en equilibrar el progreso tecnológico con la protección de quienes trabajan, garantizando que la innovación no signifique exclusión, sino una oportunidad compartida.