Leonor Mascayano Polanco

07 de Septiembre 2025 | Publicado por: Diario Concepción
Fotografía: Cedida

Leonor Mascayano Polanco (1855–1944), mujer de origen acomodado que, lejos de conformarse con los privilegios de su clase social, volcó su existencia en la filantropía y en la construcción de instituciones que hoy forman parte de la memoria colectiva de Concepción.

Alejandro Mihovilovich Gratzz
Investigador Histórico

Nacida el 10 de febrero de 1855, en el seno de una familia de la élite nacional, Leonor fue pariente del presidente José Joaquín Pérez Mascayano, lo que le aseguró vínculos con las altas esferas políticas y sociales de la época.


Sin embargo, su destino no estuvo marcado por la búsqueda del poder o el reconocimiento en los círculos tradicionales de la aristocracia, sino por la acción concreta en favor de los más desprotegidos. Su vida personal, marcada por la viudez en tres ocasiones y la ausencia de hijos, parece haber sido un motor para canalizar sus afectos en una maternidad social que se expresó en la atención y cuidado de los niños más pobres de Concepción. Su llegada a la ciudad, especialmente tras su matrimonio con José Agustín Vargas Novoa, intendente de la región, le permitió tomar contacto directo con la dura realidad social de fines del siglo XIX.

Fue allí donde emergió su vocación de servicio, la cual se tradujo en una serie de iniciativas que transformaron el panorama asistencial de la ciudad. En 1901 impulsó la creación de la Liga contra la Tuberculosis, una enfermedad que azotaba con crudeza a la población urbana.


Un año después, en 1902, fundó la Sociedad Protectora de la Infancia de Concepción, institución que aún hoy continúa su labor de apoyo a niños vulnerables, testimonio vivo de su legado. No obstante, su obra más emblemática fue el Hospital de Niños, fundado hacia 1909, que ofreció atención a menores enfermos sin recursos y que con el tiempo se integró al Hospital Regional Guillermo Grant Benavente.

A ello se sumaron múltiples iniciativas, como el Ajuar Infantil (1916), la Casa de la Luz para personas no videntes (1926) y la Gota de Leche (1927), que proporcionaba alimento a niños desnutridos. Cada uno de estos proyectos revelaba su mirada integral sobre la pobreza: no se trataba únicamente de paliar necesidades inmediatas, sino de ofrecer espacios de dignidad y protección. El paso del tiempo no menguó su compromiso.


Durante más de 40 años, Mascayano encarnó un modelo de filantropía activa, alejada de la caridad paternalista que muchas veces caracterizó a la élite de su época. Su acción se enraizó en la comunidad penquista, al punto que tras su muerte en Santiago en 1944, sus restos fueron trasladados a Concepción, símbolo de la profunda huella que dejó en la ciudad. La figura de Leonor Mascayano Polanco nos invita a reconocer que la construcción del tejido social no depende únicamente de las políticas estatales, sino también de la iniciativa de individuos que, desde sus convicciones, deciden transformar realidades. Su vida refleja la posibilidad de convertir la adversidad personal en una fuerza creadora y solidaria.

Más de un siglo después de sus primeras obras, la Protectora de la Infancia que lleva su nombre sigue en funcionamiento, lo que demuestra que el compromiso desinteresado puede trascender generaciones. Su legado constituye no sólo una herencia institucional, sino también un llamado ético a mirar al prójimo con compasión y responsabilidad.


En tiempos donde la desigualdad social aún desafía a la sociedad chilena, la vida de Leonor Mascayano permanece como una inspiración vigente.