Destructor de mundos

04 de Agosto 2023 | Publicado por: Diario Concepción
Fotografía: Cedida

“La existencia misma de la humanidad era amenazada ante una escalada de pruebas atómicas sin control”.

RODRIGO CASTILLO JOFRÉ

Abogado Colectiva Justicia en Derechos Humanos

 

De las tantas cosas que cambiaron al mundo luego de la Segunda Guerra Mundial y a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, pocas tuvieron el nivel de impacto político y cultural de la carrera armamentística, cuyo puntapié inicial estaría marcado por el fatídico ataque con bombas atómicas sobre la población civil de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, ordenados por el presidente estadounidense Harry S. Truman. Los entretelones del inicio de esta carrera, retratados recientemente en la película Oppenheimer de Christopher Nolan, dan cuenta, de lo ilimitada que puede resultar la instrumentalización de las vidas humanas en función de los intereses geopolíticos de las potencias mundiales.

Paradójicamente, mientras se desarrollaba el mayor impulso histórico por el aseguramiento de la paz internacional, que devino en la creación de la Organización de las Naciones Unidas y la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la existencia misma de la humanidad era amenazada ante una escalada de pruebas atómicas sin control, que llevaron a la detonación de dispositivos con una potencia 3 mil veces mayor a la bomba de Hiroshima.

Las graves amenazas de seguridad y ambientales de estos testeos de armas (algunos de los cuales causaron daños irreparables en ecosistemas de diversos puntos del planeta, como la Polinesia o el Ártico), han sido mitigadas, al menos en parte, a partir del cambio en el escenario geopolítico a fines del siglo XX y el desarrollo de una serie de esfuerzos internacionales, entre los cuales destacan el Tratado de No Proliferación Nuclear y más recientemente, el Tratado sobre prohibición de las armas nucleares, de 2017, ratificado a la fecha por un escaso número de países, entre ellos Chile.

Además del terrible potencial de las armas de destrucción masiva, el planeta enfrenta hoy, más de 70 años después de estos acontecimientos, peligros igualmente preocupantes como la crisis climática, que comparte con la carrera armamentística, al menos dos puntos comunes: su capacidad de destruir a la humanidad de la forma en que la conocemos, y la desigual responsabilidad entre los diversos países en las causas de origen. La cooperación de la sociedad civil internacional, y el trabajo conjunto de la mayor parte de países fuera del círculo de las grandes potencias, son elementos clave para mantener bajo control dichas amenazas. De nada sirve, en ambos casos, la negación o minimización del problema, ante la urgencia de medidas en las cuales está comprometido el futuro de la vida sobre el planeta.