Anhelada Paz Social y ruta constituyente

16 de Octubre 2020 | Publicado por: Diario Concepción
Fotografía: Cedida | Fundación República en Marcha

Creo corresponde llamar a los líderes académicos, centros de estudio, a las fuerzas Morales de nuestro Chile a aportar sensatez y elevar el nivel del debate cuidando a aquellos espacios no partidistas, de no dejarse tentar ni arrastrar, para servir de catalizadores de una tensión deplorable.

Augusto Parra Ahumada
Presidente Fundación República en Marcha

Los anhelos de unidad, cohesión, paz, de imperio del orden público y el Estado de Derecho, así como la paz social en cuanto camino para construir un futuro común, se asimilan a una quimera difícil de alcanzar a lo menos a través de la ruta pensada para esos nobles objetivos.

Estabilidad y cambio, tratados cómo dilema y puestos en una lógica binaria antagónica, pueden resultar insuficientes para ofrecer salidas intermedias. No facilita conciliar la necesidad de actualizar la carta fundamental y adaptarla a los nuevos paradigmas, sin caer en los riesgos propios de la disrupción, en cuanto a seguridad jurídica, indispensable, en un contexto de crisis marcada por la incertidumbre y amenazas y no parece por lo mismo el proceso al que nos enfrentamos, necesariamente resultar en un camino de reencuentro que facilite alcanzar la anhelada paz social.

Para Fukuyama, referendums y plebiscitos, no permiten una adecuada sintonía para decidir temas complejos.

La radicalización de un debate superfluo y lleno de caricaturas, poco parece contribuir, en un camino constitucional que ha resultado, con errores de diseño y de dudoso sentido de la oportunidad a una salida pacífica, democrática e institucional para sanar nuestra fractura y explorar caminos de reencuentro.

En virtud de ese sombrío diagnóstico y ya puestos en un zapato chino, creo corresponde llamar a los líderes académicos, centros de estudio, a las fuerzas Morales de nuestro Chile a aportar sensatez y elevar el nivel del debate cuidando a aquellos espacios no partidistas, de no dejarse tentar ni arrastrar, para servir de catalizadores de una tensión deplorable.

Se trata no de restarse a ofrecer canales de libre expresión, si no de dotarlos de climas de prudencia, respeto y fraternidad, así como ir construyendo narrativas y dialécticas inclusivas, empáticas con las miradas diferentes y que tiendan a promover los acuerdos, conceder legitimidad a las opciones, desdramatizar los resultados, enarbolar propuestas de adaptación sensatas, responsables, graduales y conciliadoras, que se hagan cargo de la emergencia climática, los desafíos de sostenibilidad e inclusión para promover un progreso cohesivo, alejando a dos males que han cobrado vida a través de posiciones absolutas de la mano de las opciones del apruebo y el rechazo, la tentación refundacional y disruptiva, así como la del estatucuo conservador, pues ninguna de ellas podría resultar en un Chile que abrace la paz social.

Y si la política no logra elevar el nivel del debate público y no ofrece respuestas coherentes a una severa crisis de convivencia, renunciando a conducir y entregada al discurso fácil y populista de solo hacer resonar y afirmar los propios ideales, podría lamentar una desconexión aún más profunda y un posible desafortunado juicio histórico que nos recordará que cada cierto tiempo son capaces de exponer a la propia República para someterle a sus mezquinos intereses y desatadas pasiones.