Del aburrimiento

19 de Junio 2019 | Publicado por: Diario Concepción
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster Filosofía Moral

El ser humano tiene una gran característica que puede explotar y que incluso implica estar por sobre las posibilidades que tienen otros animales: es el aburrimiento. Tenemos la oportunidad de usar el excedente del tiempo que hemos destinado para gastar (o malgastar) en aquella actividad que resulta ser necesaria que realicemos para sobrevivir. Es aquel espacio temporal en el que transcurre simplemente el tiempo, que aparentemente está vacío. Rüdiger Safranski dice: “Al encuentro paralizante con el puro pasar del tiempo lo llamamos aburrimiento”. Cuando uno está aburrido, el tiempo da la sensación que se congela. Todo se demora más de lo que uno puede y quiere soportar. Es decir, nos permite como ninguna otra experiencia concebir lo que debe entenderse como el transcurrir del tiempo. Cuando estamos motivados o interesados, el tiempo se hace corto. Cuando nos aburrimos es tan poco el interés sobre lo que acontece, que nuestra atención se dirige hacia el tiempo mismo. Siempre está pasando algo y la sensación de vacío cuando estamos aburridos se explica sobre la base que aquello que está aconteciendo sencillamente no nos importa. Debemos además estar activos y no somnolientos o embotados. Si nos aburrimos es porque deseamos que algo ocurra que sea de nuestro interés. Puede incluso que lo que antes era estimulante, luego devenga mera rutina y nos haga perder el interés, por ende, nos aburrimos con lo que antes nos generaba curiosidad y expectación. Podríamos recurrir a las fantasías y la imaginación para lograr salir de esta sensación que puede llegar a ser macabra, pero llegará un momento en que deberemos enfrentarnos al tedio de aburrirse.

Normalmente al aburrimiento lo escondemos detrás de lo que vivimos día a día y que nos ocupa y distrae. Cuando aparece, se encuentra con un aliado fenomenal que es el reloj, sea digital, sea el de un teléfono móvil, sea con su estremecedor y constante tic-tac, que puede no tener importancia, hasta que sale de su escondite el aburrimiento y se nos echa a la espalda sin que podamos deshacernos fácilmente de él. Se concibe el transcurrir del tiempo de forma lineal. No hay nada que rompa con tal inercia y para parapetarse, qué mejor que cualquier burda y vacía red social. Drogarse con lo que ofrece la web o con el control remoto del televisor, intoxicarse con series y “realitys” que nos hacen vivir en otros mundos o en vidas ajenas, para tener la sensación ficticia de ser libres, cuando el aburrimiento se nos ha metido por todas partes. Nos negamos, como decía Heidegger, a lanzarnos al gran vacío de la nada para escuchar el susurro fundamental de la existencia.