Aprender el empleo de la violencia

24 de Junio 2018 | Publicado por: Procopio

Como toda cultura, la cultura de la violencia es un producto de la sociedad, es una suerte de adulteramiento, de distorsión maliciosa de las relaciones humanas, en el seno de grupos y familias.

Por razones fáciles de comprender, la posibilidad de cambiar los comportamientos de los grupos es relativamente más compleja que lograr cambios en el ambiente, se supone más accesible, de las familias y, sin embargo, es allí donde se pueden encontrar los capítulos más importantes de violencia. Ya que la familia es una unidad indispensable de la vida en sociedad, tal y como la conocemos, se espera que allí se cree un ambiente armónico que permita el desarrollo seguro y feliz de sus integrantes, en una red de sostenible y confiable apoyo mutuo.

Esta armonía puede ser alterada profundamente por actos violentos de uno de sus miembros, o más de uno, para peor, con malos resultados para la integridad física o sicológica de los demás, especialmente los más débiles, niños, mujeres y ancianos.

La violencia, en cualquiera de esas formas puede llegar a ser rutinaria, dada por normal, como un ingrediente asiduo de la convivencia. Para los más crecidos podría haber la posibilidad de reaccionar, de acusar o de huir, pero para los niños no hay opción.

Es imposible saber en realidad cuanta violencia se ejerce contra los menores puesto que ellos no tienen la capacidad de denunciarla, lo cierto es que los adultos pueden descargar en ellos las tensiones de sus propios problemas. Se ha comentado que el menor puede ser ignorado por ser menor, rega- ñado por querer ser grande, reprimido por portarse como pequeño, una forma de violencia que puede marcar de por vida el modo que elija para resolver sus conflictos. Tener a la violencia como su única herramienta.

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