Multicrisis y humanidades: la necesidad de la reflexión y la colaboración

05 de Diciembre 2021 | Publicado por: Diario Concepción
Fotografía: Archivo.

¿Cómo las humanidades y las ciencias sociales pueden tener un rol activo en la agenda 2030 de desarrollo sustentable? Cuatro especialistas conversan acerca de los desafíos que debemos enfrentar como sociedad, cómo es importante la mirada multidisciplinaria y el reconocimiento a nuestra diversidad biocultural, y apelan a la ética en el modo en que nos relacionamos con el resto de los seres vivos.

Ximena Cortés Oñate
contacto@diarioconcepcion.cl

La multicrisis que afecta a la sociedad moderna es universal y multidimensional. Para enfrentarla es preciso cambiar el paradigma actual por otro centrado en la sustentabilidad y el reconocimiento de la diversidad biocultural.

Los desafíos que esto conlleva hacen preciso recurrir a una perspectiva multidisciplinaria. En este sentido, las humanidades y las ciencias sociales, como disciplinas que se ocupan de estudiar y socializar los diversos comportamientos y expresiones de la vida humana en la comunidad, sociedad y su entorno natural, son fundamentales.

Hoy atravesamos por una pandemia que nos ha obligado a replantearnos en muchos aspectos de nuestra vida como sociedad, la que se encuentra acompañada por una multicrisis social, económica, política, cultural y climática.

Para el doctor Jorge Rojas Hernández, se trata de una crisis acumulada por un largo periodo de implementación de un modelo de desarrollo y una cultura de sentido utilitarista de la naturaleza, que la consideró un mero medio para el progreso, el que la sociedad moderna industrial llegó a considerar, erróneamente, como ilimitado. Pero, el planeta Tierra es limitado y es imposible que siga creciendo indefinidamente. Para Rojas, esta realidad debe ser comprendida, aceptada y respetada por todos: por la actividad económica, la política y la organización de la vida cotidiana.

En este sentido, el director del Departamento de Sociología de la Universidad de Concepción e investigador del Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y Minería, CRHIAM, sostiene que la sociedad moderna se encuentra en una situación difícil, una especie de callejón sin salida, una verdadera encrucijada.

Para él, es preciso que la sociedad se adapte a la nueva realidad, a las restricciones y orientaciones que le imponen las leyes de la naturaleza y las pandemias, como la del COVID 19. “Las respuestas más sustentables vendrán, probablemente, a partir de una revalorización y resignificación de experiencias y saberes socio-ecológicos de las comunidades y sus buenas tradiciones. Sus experiencias históricas -fragmentadas por los procesos de modernización neoliberal, actualmente en emergencia en diferentes países y regiones- podrán intercomunicarse y, con energía resiliente, abrir nuevas posibilidades de vida humana y planetaria”, señala Rojas.

Se trata de una gran transformación en la que, dice el sociólogo, se pondrán en tensión modelos antiguos y nuevos de desarrollo; tensiones que se expresarán también en formas de reorganización de la vida económica, social e institucional. Serán, “tensiones producidas por conflictos en torno al acceso y uso de los recursos naturales, especialmente del agua, bosques naturales, ecosistemas y suelos productivos”.

Crisis hídrica, crisis social

El paradigma predominante de hoy en día sigue concibiendo a la naturaleza como un recurso. La doctora en Filosofía y profesora asociada del Departamento de Filosofía de la Universidad de Chile, Sandra Baquedano Jer, sostiene que, tanto la conversión de los elementos naturales en meros recursos económicos o energéticos, como la transformación del resto de las especies en objetos de consumo y explotación, son partes de la misma racionalidad que, con violencia, escinde de un modo utilitario hombre de naturaleza.

“Esta forma instrumental de entenderla como algo distinto de uno, y tasada como un simple medio para los fines nuestros, es lo que ha llevado a la actual devastación planetaria en curso, con situaciones de catástrofe a nivel ecológico, social y la pandemia –que no es un hecho aislado–, a nivel sanitario”, señala la filósofa.

Para ella, lo trágico sería pensar que la forma de salir o superar estas problemáticas consiste en perseverar en una forma de entender la naturaleza, subordinada a las dinámicas económicas y patriarcales que fue, asegura, “lo que precisamente terminó por desencadenar la actual superposición global de crisis”.

Con ella coincide el doctor Ricardo Barra Ríos para quien, sin duda, la naturaleza es concebida como una proveedora de recursos: “El tema está en su capacidad limitada de proveerlos, frente a una demanda creciente de la sociedad de consumo”.
Director del Centro de Ciencias Ambientales, Eula Chile, Barra señala que, en las actuales circunstancias, no podemos seguir pensando en un crecimiento infinito en un planeta que tiene límites. A su juicio, ese es el gran problema de la humanidad hoy día y, considerando las enormes diferencias en los niveles de desarrollo, se requerirían varios planetas para que todos pudiésemos vivir como en los países desarrollados de hoy.

“Recordemos que, en Chile y el resto del mundo, estamos viviendo con una línea de crédito en lo que se refiere a los recursos naturales renovables, pues el sobregiro lo tuvimos en mayo de este año. Entonces, parar el ritmo de consumo y pensar en el futuro sostenible son dos tareas importantes durante la presente década”, asevera.

Desde una mirada más optimista, la abogada Verónica Delgado Schneider, si bien reconoce que, bajo el modelo extractivista que impera en la actualidad, la naturaleza es concebida como un recurso, señala que diversos expertos, organismos internacionales y los mismos ciudadanos, a través de sus demandas, han entendido que este modelo extractivista debe transitar hacia otro de desarrollo sustentable, en el cual el medio ambiente sea visto como lo que es: el entorno, nuestra casa, donde confluyen y deben vivir en armonía, los ecosistemas, las personas y la economía.

“Sin ella (nuestra casa) no podemos asegurar la vida. Y tiene especial relevancia asumir que, lo que hagamos, debe permitir que se satisfagan las necesidades de las generaciones presentes, pero sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras”, señala la profesora de Derecho ambiental y de aguas de la Universidad de Concepción, y Directora del Programa en Derecho, ambiente y cambio climático, Daac UdeC.

Uno de los temas que identifica como relevantes, y que califica como crisis social, es la crisis hídrica. “No contar con agua en cantidad y calidad suficiente para las personas, implica vulnerar su derecho humano al agua y al saneamiento, reconocido por la ONU en 2010. Luego del estallido social vimos cómo una de las principales demandas hacía referencia al agua y al medio ambiente, especialmente ante la sequía”, señala la doctora Delgado.

A su juicio, esta crisis hídrica debe ser enfrentada con una mejor gestión desde los territorios escuchando a la ciencia; con una mejor fiscalización frente a la extracción ilegal del agua y la contaminación; pero también con un cambio constitucional. “Necesitamos una regulación, ya no anclada en la propiedad de los derechos de aguas, sino en su protección. Necesitamos `ambientalizar´ las reglas del juego, pues si se siguen secando ríos, no habrá agua para ningún uso. Y, posteriormente, los legisladores deberán dictar normas de rango legal que estén en consonancia con esta visión”.

Diversidad biocultural

En tiempos de multicrisis, como los que vivimos, los saberes y prácticas locales, generalmente invisibilizados por el sistema capitalista, han logrado sobreponerse y validar sus prácticas con resiliencia y sustentabilidad. Esta diversidad biocultural, entendida como la simbiosis e interdependencia de especies humanas y naturales, de mutuo beneficio vital, es un aspecto fundamental a considerar en el momento actual.

“Probablemente el planeta Tierra no podría haberse conformado ni sobrevivido miles de años a crisis climáticas, ambientales y desastres periódicos, sin haber sido constituida y regulada por principios simbióticos, con abundantes ejemplos en la naturaleza y como, por lo demás, lo plantean investigaciones recientes”, señala Rojas.

El sociólogo señala que esa simbiosis representa una verdadera convivencia de especies, algo así como un “mutualismo mancomunado de especies, una cultura que también practicaron las comunidades indígenas y las primeras organizaciones de trabajadores en el mundo para defenderse de la explotación y el despojo violento, por parte del capitalismo, de sus energías, emociones, tiempos y fuerzas creadoras. Al mutualismo le siguió la solidaridad, practicada por muchas comunidades humanas, y que, afortunadamente, aún está vigente en la construcción de comunidad y sociedad”.

Desde las ciencias ambientales, Barra sostiene que se comienza a reconocer, desde la ciencia más tradicional, la existencia de una “ecología de saberes en la sociedad”, o que involucra los conocimientos ecológicos tradicionales y ancestrales que están siendo revalorizados por parte de la sociedad y de la ciencia más clásica.

“Un ejemplo de ello, son las prácticas de los pueblos originarios en relación al agua, o las huertas o chacras comunitarias, que están cobrando una mayor importancia para adaptarnos al cambio climático y la crisis hídrica, y que comienzan a ser importantes en un mundo donde la pandemia puso en jaque al proceso de globalización que llevábamos”, dice.

En ese sentido, la ética podría tener un rol activo que jugar, sobre todo en el modo en el que nos relacionamos con el resto de los seres vivos. Baquedano pone como ejemplo la compasión, concepto que, en la filosofía de Schopenhauer aparece como el único móvil moral auténtico.

“Cuando alguien es capaz de abandonarse a sí mismo en el padecimiento del dolor ajeno para ver más allá de la situación personal que lo aqueja, cuando se es capaz de trascender la propia individualidad que distancia al `yo´ del `otro´, es posible captar que hay un dolor común, más profundo, que nos une, que subyace bajo cada ser, y del que todos somos anónimamente partícipes, de una u otra forma. Darse cuenta de eso supone un estado de consciencia que mueve a aliviar al otro de su sufrimiento, a tender a mitigar el dolor del otro, independiente de la persona o el miembro de la especie que lo padezca”, sostiene la filósofa.

Multidisciplina

Entonces, ¿qué futuro nos espera si no impulsamos un cambio en nuestra relación con la naturaleza?
Al transgredir el ser humano ciertos límites que atentan contra el medio ambiente y la biodiversidad en el planeta, la Tierra puede estar tendiendo a un nuevo equilibrio ecológico y climático, sostiene Baquedano.

La filósofa explica que, ante la incapacidad del ser humano de hacer cambios y reformas graduales, tal vez la naturaleza misma esté haciendo sus ajustes. “En este contexto, es difícil figurarse que, como especie, podamos salir adelante y sobrevivir exclusivamente a través de dinámicas de competencia y no de reflexión ni de colaboración”, señala.

En ese sentido, confía en que la filosofía pueda entregar herramientas para entender y abordar mejor qué es realmente la naturaleza o, incluso, asimilar cómo la era de la escasez en la que ya estamos, o el decrecimiento económico y el demográfico pueden ser “una oportunidad que nos da la naturaleza para desarrollar una relación de respeto y ojalá de paz con ella; es decir, con el resto y con nosotros mismos, tomando la biósfera y los demás seres vivos como pacientes morales, en una relación de intrínseca responsabilidad”.

Barra apela seriamente a respetar, entonces, los ciclos naturales y la capacidad de autogeneración de la propia naturaleza. Para ello, dice, necesitamos un cambio en nuestro modelo de relación con el medio natural.

“Ya lo hemos indicado en variados informes globales. Necesitamos un nuevo contrato social con la naturaleza, que detenga la triple crisis que observamos que es la crisis climática, de pérdida de la biodiversidad y de contaminación. Esto es posible si hacemos una rápida transición en nuestro sistema de producción de energía, de producción de alimentos, de vida en las ciudades, que incluye el transporte”, sostiene.

Pero, dada la elevada interdependencia y complejidad, se requiere de miradas interdisciplinarias para abordar estos nuevos desafíos en el siglo XXI. “La prosperidad económica de los últimos 50 años se ha hecho, lamentablemente, a expensas de la degradación ambiental y ese modelo es el que nos llevó a la actual crisis. Colaboración y no competencia, además del aporte de la ciencia y la tecnología, más un decidido compromiso político con la sostenibilidad, van a ser claves para salir de la actual crisis”, asegura.

Esa mirada interdisciplinaria encuentra grandes aliados en las ciencias sociales y las humanidades y, tal como Baquedano confía en la filosofía para esa relación de respeto y paz, Delgado ve también en estas disciplinas, que tienen por objeto el estudio del ser humano y los fenómenos asociados a su vida en sociedad (y con el medio ambiente), un aporte trascendental para el desarrollo sustentable.

“Su rol tiene importancia pues la agenda 2030 es un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad con el objetivo de fortalecer la paz universal dentro de un concepto más amplio de la libertad”, dice la abogada.
En ese sentido, agrega, las humanidades y ciencias sociales pueden tener un rol activo aportando con el estudio de las causas y efectos del actual sistema de vida y producción, así como en el aporte de soluciones concretas y efectivas para llegar al desarrollo sustentable. “Lo más importante es que actuemos (para lo cual debemos educarnos) solidariamente (para lo cual debemos ser mejores ciudadanos) y entender cómo adaptarnos, en procesos que no son fáciles, como consumir menos, vivir más austeramente etc.”.

Rojas va más allá y habla de una trilogía, sumando el arte a las disciplinas que, a su juicio, están convocadas a jugar un papel decisivo en el proceso de comprensión, explicación y generación de conciencia crítica sobre los problemas socioecológicos y la forma de avanzar hacia un desarrollo sustentable.

“Para que ello ocurra, las ciencias sociales deben colaborar con otros conocimientos (por ejemplo, los ambientales, biológicos, físicos, climáticos, etc.), con miradas multi e interdisciplinarias, que den cuenta de la complejidad e interconectividad de los problemas actuales, que obligan a unir la relación de la sociedad con la naturaleza, estudiando y comprendiendo los impactos que provoca el comportamiento humano en los ecosistemas”.

Para salir bien de la multicrisis, dice, se requiere de un nuevo tipo de Estado, sociedad, cultura y comportamiento humano: instituciones cercanas a los ciudadanos y ciudadanas, a las comunidades indígenas, a los jóvenes, niños y niñas, mujeres, trabajadores, productores. “Se requiere el fomento de la economía circular desglobalizada y sustentable que promueva los productos locales; instituciones que sean dialogantes, innovadoras, que fomenten en todos los niveles educativos la investigación y que protejan la naturaleza y sus ecosistemas proveedores de vida y de servicios ambientales. Se requiere de un Estado social que proteja la salud, los derechos y la vida de la población, proveedor de una Renta Básica Universal, que facilite y promueva la inclusión social”.

En definitiva, señala, se requiere de una sociedad y de personas con información, conocimientos y conciencia sobre las amenazas que se ciernen sobre la sociedad misma y el planeta, que estén dispuestas a luchar por cambiar el modelo de desarrollo, la cultura y, también a cambiar su propio comportamiento. “Para producir este cambio cultural, el papel de las ciencias sociales, humanidades y arte, resulta esencial, prácticamente insustituible”, concluye.

Libros recomendados

-Contra la corriente. Privatización, mercados de agua y el Estado en Chile, Carl Bauer. Ediciones Lom, 2002.

-Canto de Sirenas, Carl Bauer. Ediciones y publicaciones El Buen Aire, 2015.

-Bienes comunes y diversidad biocultural en tiempos de crisis. Escasez hídrica, pandemia y cambio climático, Jorge Rojas, Patricio Silva, Ricardo Barra, Ricardo Figueroa, José Luis Arumí, Gunhild Hansen-Rojas. RIL, 2021.

-Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI, Christian Laval y Pierre Dardot. Editorial GEDISA, 2015.

-Rebasados. Las bases ecológicas para un cambio revolucionario, William Catton. Editorial Océano, México, 2010.

-Colapso, Jared Diamond. Debate. Barcelona, 2008.

-El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica, Hans Jonas. Herder, Barcelona, 2004.

-Abrazar la vida. Mujer, ecología y desarrollo, Vandana Shiva. Cuadernos Inacabados, Madrid, 2004.

-El mundo como voluntad y representacioìn, Arthur Schopenhauer. Editorial Fondo de Cultura Econoìmica, Madrid 2003.