Salud mental en adolescentes: un llamado a actuar ahora

23 de Noviembre 2025 | Publicado por: Diario Concepción
Fotografía: Pexels

Chile acaba de recibir uno de los diagnósticos probablemente más completos y reveladores sobre su adolescencia en más de una década. La cuarta medición de la Encuesta Longitudinal de Primera Infancia (ELPI), que ha seguido durante 14 años a más de diez mil niños y niñas desde sus primeros años de vida, muestra hoy un escenario complejo.

Allí, entre indicadores de salud mental, bienestar subjetivo, hábitos digitales y transformaciones familiares, emerge un mensaje claro: la adolescencia en Chile está en un momento crítico que no se puede normalizar.

La cifra que encabeza las alertas es contundente: tres de cada cuatro jóvenes presenta síntomas de ansiedad o depresión, y uno de cada cuatro se ubica en rangos que requieren acompañamiento clínico.


Aquello no se trata de un fenómeno pasajero, sino de un desafío estructural que requiere un trabajo completo de políticas públicas, comunidades educativas y familias. A esto se suman brechas de género persistentes, que muestran a las adolescentes con menor satisfacción vital, peor bienestar emocional y más síntomas psicológicos en todas las dimensiones estudiadas. No estamos frente a diferencias estadísticas, sino ante desigualdades que moldean la experiencia vital de muchos jóvenes.

Otro punto que quizás se conocía, pero que la encuesta ha revelado su peligro, es el uso intensivo de pantallas atraviesa la vida cotidiana de esta generación. Casi la mitad revisa su teléfono después de acostarse, más de la mitad pasa tres o más horas en redes sociales y un 15 % ha sufrido ciberacoso, con mayor impacto en mujeres.


En paralelo, las condiciones de desarrollo cognitivo muestran señales inquietantes, en que las brechas socioeconómicas en vocabulario permanecen prácticamente intactas desde 2010. En un país que aspira a mayor igualdad, esta constancia en este dato muestra la magnitud del desafío y las limitaciones de las intervenciones actuales.

No obstante, lo que nos entrega la encuesta no es una catástrofe inevitable, sino un llamado urgente a actuar. Esto es un recordatorio de que la salud mental adolescente debe ser una prioridad país; de que la brecha de género en bienestar exige intervenciones específicas; de que la alfabetización digital no puede limitarse a la técnica, sino que debe abordar convivencia y autocuidado; de que la desigualdad cognitiva no se corregirá con esfuerzos aislados. La evidencia está puesta sobre la mesa. Lo que falta, ahora, es tomar cartas en el asunto.