La insuficiente lucha contra la pobreza infantil

27 de Noviembre 2019 | Publicado por: Editorial Diario Concepción
Fotografía: Archivo | Agencia UNO

Con todas las urgencias nacionales, esta situación no es de aquellas que debiera postergarse. Ya tenemos suficiente evidencia de sus negativos efectos sobre muchos niños chilenos como para seguir buscando excusas.

La lucha contra la pobreza constituye siempre un desafío de largo aliento, principalmente porque, cuando se logra salir de ese círculo, la mayoría de las veces permanece en un sector cercano, de enorme fragilidad, por lo cual es fácil regresar a ella. Los niños suelen ser los más afectados, pues no siempre sus necesidades son atendidas como se debiera ni resultan, por lo general, prioritarias.

No se internaliza a conciencia que los niños y las niñas experimentan la pobreza en un entorno que perjudica su desarrollo mental, físico, emocional y espiritual. Resulta, entonces, importante ampliar la definición de pobreza infantil, más allá de conceptos tradicionales como bajos ingresos de las familias o bajos niveles de consumo. La pobreza, en general, no es lo mismo que la pobreza de los niños, que implica otras dimensiones.

Según la mirada de Unicef, los niños y las niñas experimentan la pobreza con sus manos, mentes y corazones. La pobreza material puede causar mala nutrición, con dificultades de rendimiento escolar y en el crecimiento físico. Vivir en un entorno privado de estímulos, o tenerlo desprotegido y amenazante, sin el apoyo emocional indispensable para la infancia, contrasta profundamente con gran parte de los efectos positivos que se derivan de crecer en un hogar acomodado desde el punto de vista material y afectivo.

La pobreza no solamente provoca el sufrimiento entre los niños y las niñas, sino que también les resta poder. En nuestro país, el 23,3% de la población total corresponde a niños, niñas o adolescentes, es decir, más de 4 millones de personas. Según encuesta Casen 2017, nuestra población infantil tiende a disminuir, puesto que, en 1990, representaba un tercio de la población nacional, en tanto hoy representa solo un cuarto.

En promedio, la tasa de pobreza infantil para el período 2015-2016 fue de 13.4% en los países de la OCDE, lo que corresponde a un niño de cada siete. La situación es particularmente preocupante en Chile, España, Estados Unidos, Israel y Turquía, en donde más de uno de cada cinco niños vive en una familia de escasos recursos, es decir, siete veces más que en Dinamarca o en Finlandia.

Según la OCDE, con el año 2007 como período de referencia, la pobreza infantil aumentó en casi dos tercios de los países de la Organización en la última década. Algunos factores parecen tener un particular impacto, como pertenecer los niños a hogares monoparentales. En efecto, el riesgo de pobreza de 31%, de las familias monoparentales, es tres veces mayor que el de las familias con dos padres, de 10%, en promedio en toda la OCDE.

De acuerdo con el informe, las tendencias sociales, las condiciones del mercado laboral y las políticas del gobierno son los factores determinantes de las tasas de pobreza infantil. Las políticas de intervención social pueden hacer que los índices de pobreza infantil desciendan un 40% más que si se dejaran a merced de las fuerzas del mercado. En nuestro país, como es el caso en Grecia, Irlanda, Italia, Portugal y España, la proporción del presupuesto que se destina a gastos sociales es más baja y juega un papel menor en la protección de las familias con bajos ingresos económicos.

Con todas las urgencias nacionales, esta situación no es de aquellas que debiera postergarse. Ya tenemos suficiente evidencia de sus negativos efectos sobre muchos niños chilenos como para seguir buscando excusas.