Las lecciones de los parlamentos con el pueblo mapuche

19 de Abril 2019 | Publicado por: Editorial Diario Concepción
Fotografía: Referencial

Las comunidades tienen una extensa historia de resistencia y organización que se remonta a épocas prehispánicas. Si bien los pilares del Plan –inversión social, emprendimiento y representación política para los mapuche– son correctos, no abordan la clave del conflicto: la tierra.

En la memoria de los ciudadanos más antiguos, como en la de aquellos más próximos a la actualidad, debe estar presente el intento de sucesivos gobiernos del Estado de Chile, para encontrar paz y justicia con el pueblo mapuche.

Debe, igualmente, estar en el bagaje cultural ciudadano la obra de Alonso de Ercilla; La Araucana y el recuerdo de los primeros versos, “Chile, fértil provincia, de la región antártica famosa”. Lo que no se suele recordar es la introducción a ese canto primero; “El cual declara el asiento y descripción de la provincia de Chile y estado de Arauco, con las costumbres y modos de guerra que los naturales tienen; y asimismo trata en suma la entrada y conquista que los españoles hicieron hasta que Arauco se comenzó a rebelar”.

No terminamos de asimilar que durante un período considerable de nuestra historia, la Región del Bío Bío ha sido un territorio emblemático, la frontera, un país diferente en ambas orillas del río que le da el nombre. Con mayor realismo que en la actualidad, se enfrentó ese conflicto irresuelto, aunque del todo, pero lo suficientemente efectivo como para lograr un frágil, pero funcional entendimiento mediante los parlamentos, una instancia política de representación de dos instituciones culturales, por medio de diálogos, consensos y acuerdos, en perpetua revisión, que tenían como requisito básico la presencia de grandes números de jefes mapuche y españoles, y mucho tiempo para ponerse de acuerdo.

Recientemente, en un modelo similar, se presentaron los avances del Consejo de Economía Intercultural denominado “Diseño de modelos y estrategias de negocios territoriales, desde las identidades lafkenche y pewenche, Kimün Biobío”, llevado a cabo por el Centro de Estudios Urbanos Regionales (Ceur) de la Universidad del Bío Bío, con la idea “de crear una propuesta de modelo y estrategias de negocios territoriales e interculturales, poniendo en valor la visión cultural de sus sistemas económicos, la asociatividad y co-construcción de actividades”.

Por otra parte, el actual gobierno ha propuesto el Plan Araucanía. Según una reciente investigación periodística, a fines del año pasado, en las zonas donde el conflicto mapuche es más álgido, las comunidades tienen una extensa historia de resistencia y organización que se remonta a épocas prehispánicas, en esas zonas la disputa por el territorio ha sido permanente desde la colonia. Se concluye que si bien los pilares del Plan –inversión social, emprendimiento y representación política para los mapuche– son correctos, no abordan la clave del conflicto: la tierra.

El Plan Araucanía apunta a lograr una mejoría sustancial en términos materiales. Las medidas adicionales que incorpora el Acuerdo Nacional por el Desarrollo y la Paz en La Araucanía, orientadas a impulsar la participación e inclusión en el sistema político, así como también el reconocimiento de los pueblos indígenas, van en la línea de una apertura institucional que, históricamente, ha contribuido a canalizar este conflicto de larga data de manera no violenta. En la actualidad el conflicto permanece, ante la presencia simultánea de diálogo sordo entre políticas de seguridad y represión y la radicalización de un grupo de comunidades mapuche, el factor tierra sigue siendo, especialmente, en zonas críticas, parte del problema y también, en consecuencia, parte de la solución.