Víctor Aravena y su bronce panamericano: manos al cielo para la gran gesta del correcaminos

05 de Abril 2020 | Publicado por: Samuel Esparza
Fotografía: Archivo

Un 25 de julio de 2015, el coronelino fue héroe nacional tras ser tercero en los 5 mil metros de los Panamericanos de Toronto, con una dramática llegada que recorrió todo el mundo.

“No viene a vender, viene a rematar”, un dicho que bien aplica al atleta Víctor Aravena, el más importante mediofondista chileno de las últimas décadas y que, en su ganadora carrera deportiva, ha entregado épicos momentos con increíbles llegadas a la meta, donde ha conquistado in extremis medallas para el país.

Nadie como él sabe darle esa cuota de dramatismo a una competencia, y sobreponerse a la vida y salir victorioso en esa batalla donde tantos fracasan. Dueño de un espíritu verdaderamente indomable, ha traspasado su excepcional vida de sacrificio a la pista, donde gane o pierda, siempre lo deja todo.

El rey de la comedia

Los Juegos Panamericanos de Toronto 2015, suponían una prueba a la voluntad de Víctor Aravena. Tras conquistar el título sudamericano y los Odesur Santiago 2014, desidia de la institucionalidad deportiva hicieron que el coronelino levantara la voz y se enfrentara a la federación, el IND y el Coch, acusando falta de apoyo y poco profesionalismo.

Como resultado, fue uno de los deportistas menos considerados en los aportes económicos de cara al evento continental y debió prepararse casi sólo con recursos propios. “Tuve que irme a España con mi dinero, porque me depositaron cuatro meses después de lo debido. Fue así siempre, otra vez tuve que pedir un crédito, porque debía viajar y no me depositaron”, reclamaba.

Por eso, antes de los Panamericanos, se hablaba de los chilenos con opciones de podio, pero su nombre no sonaba en ninguna parte.

Llegó el momento de la verdad, la tarde noche del 25 de julio de 2015 en el Estadio Atlético de Toronto, ahí estaba Víctor en el punto de partida de la final de los 5 mil metros, junto a verdaderos monstruos de la especialidad: estadounidenses, brasileños, canadienses y mexicanos, algunos finalistas olímpicos. Ahí estaba él y su fe, su seguridad de que se había “matado” entrenando.

Y si al comenzar la carrera pocos daban un peso por él, transcurrida la mitad, el porcentaje era menor. Aravena marchaba en el grupo de atrás coqueteando con el penúltimo lugar. A tres vueltas del final marchaba octavo, faltando dos era noveno y, cuando la campana anunciaba la última vuelta, era séptimo.

Sin embargo, aún creía en sí mismo, no olvidaba que un año atrás había logrado el oro Odesur rematando desde atrás, porque esa era su especialidad, el remate. Y empezó a pasar rivales, 100, 200 metros y él aumentaba el ritmo; un brasileño y un estadounidense lo miraban adelantar y no entendían cómo ese “enclenque” tenía más fuerzas que ellos. Últimos 50 metros y la estrella mexicana Juan Luis Barrios lograba el oro seguido del “gringo” David Torrence. Todo decía que su compatriota, Garrett Heat, sería tercero, pero Víctor venía embalado, su corazón minero era más grande que todo el “imperio yankee” y sobre la línea le arrebató el bronce que, en sus manos, era un verdadero oro. Aravena lo hacía otra vez, le ganaba a la dificultad, a las barreras, a la falta de plata. Se hacía eterno.

“Fue uno de mis grandes triunfos porque todo el país estaba pendiente, mi familia y amigos vieron todo lo que me sacrifiqué para representar por primera vez al país en unos Juegos Panamericanos. Cuando crucé la meta no podía estar en pie, pero estaba feliz, recordé todo lo que pasé para estar ahí y sólo pude darle gracias a Dios”, rememora Aravena, cinco años después y con ganas de llevar su historia a Tokio. Seguro podrá.