En Tubul la recolección de orilla sobrevive con la luga
27 de Noviembre 2025 | Publicado por: Cecilia Bastías
Los bajos precios de compra han disminuido el interés por mantener esta tradicional ocupación de alguera en Arauco .
Con una personalidad afable y bastante cercana, Graciela Lara Bizama (69 años) que vive en Tubul, se reconoce a sí misma, principalmente, como dueña de casa con dos hijos y un nieto, todos adultos. Pero contó que también se dedica hace 30 años a la recolección de algas.
Comentó que lo hace cuando puede, ya que su salud ha estado delicada el último tiempo. Además, encontró un nuevo rubro con la recolección de latas en las playas, puesto que es mejor remunerada. También en el verano extrae moras para la venta.
Ser alguera, Graciela o Chelita, como la conocen en Tubul (comuna de Arauco), lo aprendió siendo adulta. “Antes era de Hualqui, campesina y me dedicaba a la agricultura. Allá se plantaban las verduras, se sembraban papas, porotos. Las huertas que siempre se hacen en los campos”, dijo.
Hasta la Provincia de Arauco, llegó buscando un mejor pasar para el hijo que estaba esperando, en ese momento y conoció esta forma de trabajar a la orilla del mar. Comentó que aprendió la recolección de luga, fundamentalmente, y que antes trabajaba en el pelillo, todo en medio de una asociación gremial, que con el tiempo dejó de funcionar, por lo que actualmente trabaja en forma independiente.
Respecto de lo que describió Graciela, y de acuerdo al informe titulado “Cuerpos, oficios y desigualdades: La realidad de las mujeres de mar” del Fondo Mundial para la Naturaleza (World Wildlife Fund), en Chile, según datos de Subpesca y Sernapesca de 2021, de un total de 97 mil 164 personas inscritas en el Registro Pesquero Artesanal (RPA), solo un 24,9% correspondía a mujeres. Al observar por categorías en el caso de Buzos, Armadores y Pescadores, las mujeres no logran superar el 14% en cada una de estas. “Pero en el caso de las recolectoras, la presencia de mujeres alcanza el 41,6%”, de acuerdo a lo publicado.
Precios bajos
“La verdad de las cosas, es que ser recolectora de alga es muy sacrificado y el producto es mal pagado. Por eso las juventudes empezaron a estudiar y buscan otra forma de sustento”, mencionó.
Graciela, contó que se les paga aproximadamente $500 por el kilo de luga, ella pone el precio en $1.500, por lo menos, la que tiene que estar seca. “Cuando está seca, obviamente baja el peso, porque húmeda debe pesar más. Y cuando se seca el peso es menos. O sea, no dan los cálculos para el sacrificio que se hace de poder andarlos trayendo al hombro y todo”, acotó.
De acuerdo a un cálculo rápido que hace esta mujer alguera, de 100 kilos de luga verde, si se seca resultan como en 30 o 20. “Puede que la luga esté madura, ahí pesa más, pero en este tiempo pesa menos, porque está delgada. Entonces, yo encuentro que no es justo”, describió.
En la información que publica el Fondo Mundial para la Naturaleza, es posible corroborar lo que Graciela comentó, es que “se observan bajos niveles de reconocimiento de las actividades desarrolladas por mujeres han conllevado a una precarización e informalidad de sus dinámicas. La falta de equipamiento al interior de las embarcaciones, la precariedad salarial y laboral, junto a la falta de integración en instancias participativas para la toma de decisiones, son solo una parte de las áreas en las cuales se debe avanzar”.
Riesgo ambiental
La actividad de recolección en su zona ha ido variando, en primera instancia, porque está siendo mal pagada, y también está bajando la cantidad de producto. De hecho, Graciela recorre, aproximadamente, 8 kilómetros desde Tubul hasta las cercanías con el límite de la caleta Llico.
La disminución de las algas, Graciela las atribuye a que “hay muchas fábricas que botan los desechos al mar y nos están matando los productos. O sea, la propia contaminación es la que hace que empiece a salir menos recursos”.
Sobre su día a día, contó que el año pasado iba con una amiga a recolectar, la que como tenía camioneta le otorgaba la posibilidad de acarrear más algas. “Hay días que la luga se recolecta harto, pero también hay días en que no sale nada. Porque nosotros no nos metemos a mar adentro, solo recogemos lo que bota el mar, por eso es que somos recolectoras de alga de orilla”, describió.
Prácticamente a esta alguera se le pasa todo el día trabajando, ya que tienen que ir seleccionando las distintas algas que van saliendo. “Sale luga, chicoria. Hay de varias clases de luga, una que es como pasto verde, pero no es muy vendible, porque parece que no le da mucha producción a las fábricas”, comentó.
Todo lo que logra recolectar, Graciela lo lleva a su casa y ahí se encarga de secarlo, por seguridad, porque está muy lejano el lugar y circula mucha gente en el sector.
De ahí derivan, los cambios o exploraciones que ha hecho en otros rubros, como la recolección de latas que las hace con una vara con un pincho en un extremo, lo que le permite una labor un poco menos sacrificada. “Para mí es más aliviado el trabajo, porque tampoco tiene más proceso”, mencionó. Además contó que lo que le pagan por cada saco es mayor a lo de la luga y con lo mismo está aportando al cuidado del medio ambiente.
Equidad de género
Actualmente, Graciela contabiliza a cinco personas de Tubul dedicadas a la extracción de algas, de ellas tres son mujeres. “Pero la comparación entre hombres y mujeres, es que cualquiera puede hacer el mismo trabajo. No hay diferencia, porque los dos pueden sacar. Claro que en el caso de los pescadores es más frecuente que el hombre solamente lo haga, porque ellos salen mar adentro en lancha o en bote, y para uno sería más difícil”, dijo.
Para Graciela el asunto es que en la pesca el trabajo es más pesado. “Porque si andan con redes, hay que levantarlas y es un peso enorme para una mujer”, aseveró.
Desafíos
Comentó que decidió trabajar en el rubro de las algueras, porque es una labor independiente y que ella tiene libertad para decidir los días en que sale. Aunque en el último tiempo algunas afecciones de salud le están impidiendo salir con la frecuencia que lo hacía antes.
“Me gustarían dos cosas: que hubiera más facilidades para las personas que trabajan en las algas, sobre todo las pasadas para la playa. Para que los que tienen vehículo lleguen a buscar sus productos. Porque sacar al hombro, no es gracia”, describió.
El hecho es que Graciela cruza, aproximadamente, 300 metros desde la carretera hasta la orilla del mar por un precio, respecto del cual el dueño le da autorización, pero solo para entrar caminando, eso sin contar los metros que se traslada por la playa.
“Es un sacrificio enorme para las personas. Y lo otro, que pueda seguir funcionando esto como oficio, pero que sea mejor la paga para la alguera”, concluyó.