Fatiga mental y emocional: cuando el organismo pide descanso y regulación para cuidar la salud

27 de Diciembre 2025 | Publicado por: Natalia Quiero
Fotografía: Cedida | Contexto

En este momento y otros de mucha carga es normal experimentar agotamiento en el cuerpo y mente, pero hay que atenderlo para evitar un trastorno.

Compras navideñas, eventos y compromisos familiares o sociales, balances y cierres de procesos académicos o laborales o personales, proyectar nuevos periodos y objetivos, planificar las vacaciones, la carga de meses de actividades.

El fin de año se asocia a un contexto demandante y estresante, donde el caos de las festividades que ronda en el ambiente se suma y exacerba el desgaste propio que conlleva el largo tiempo de responsabilidades y experiencias tan diversas como personas e historias existen. Por eso es natural que haya agotamiento, que cueste más afrontar las demandas cotidianas, y que hacer una pausa se sienta como una necesidad para tener bienestar y poder continuar un nuevo ciclo.

“La fatiga mental y emocional no es falta de voluntad, es una señal legítima del organismo que pide regulación y descanso. Escucharla a tiempo es una forma profunda de autocuidado y prevención en salud mental a largo plazo”, sostiene psicóloga clínica y de la salud Marcia Stuardo, integrante del Centro Vida Saludable de la Universidad de Concepción (UdeC).


Y es que, aunque es esperable en momentos críticos y al desenvolverse en una sociedad que valora la productividad, rapidez, hiperconectividad y multitareas, y es posible de gestionar con acciones de iniciativa personal, hay tiempos y magnitudes en que el panorama se complejiza por sus implicancias e incluso puede llegar a enfermar. Saber reconocer y atender lo que dice la mente y el cuerpo es la clave vital ahora y siempre.

¿Estado o trastorno?


La profesional explica que la fatiga mental y emocional es un estado psicofisiológico que resulta de una sobrecarga sostenida. Desde la perspectiva clínica se entienden como una respuesta del sistema nervioso ante demandas prolongadas sin suficiente tiempo de recuperación que pueden desencadenar agotamiento de los recursos personales para hacer frente a las demandas.

La sintomatología y manifestaciones del agotamiento se puede dar en distintos ámbitos e intensidades, tanto físico como emocional y cognitivo.


En este sentido, releva que su presencia puede afectar el estado anímico, el desenvolvimiento normal y rendimiento en lo académico o laboral, la calidad de las relaciones interpersonales, y la capacidad de realizar y disfrutar las propias actividades o hobbies.

También puede interferir la capacidad de regulación emocional y la salud mental, pudiendo predominar las emociones menos placenteras, o reducir la percepción de autoeficancia y autoestima. “Podemos sentir que no somos capaces de hacer todo, llegando al colapso mental e incluso a enfermar si se mantiene en el tiempo”, plantea.


Al respecto, la psicóloga aclara que la fatiga emocional y mental como tal es un estado transitorio si se aborda a tiempo con estrategias de autocuidado como regular la carga de demandas o estrés y hacer una pausa y descansar. Además, considera su experimentación como una necesaria oportunidad de aprendizaje sobre los propios límites que en el futuro permitan detectar oportunamente cuándo una situación sobrepasa y gestionar medidas de bienestar.

“Pero, cuando se normaliza o ignora, puede cronificarse y transformarse en síndrome de burnout, trastornos ansiosos y depresivos, somatizaciones, y aumentar el riesgo a presentar una mayor vulnerabilidad a crisis emocionales”, advierte.


Señales de alerta

Por ello es importante conocerse y reconocer el agotamiento de forma oportuna para evitar sus peores consecuencias, y saber buscar ayuda cuando las estrategias personales son insuficientes y/o es mucha la afectación en las actividades cotidianas y la calidad de vida.


Marcia Stuardo afirma que las señales emocionales incluyen irritabilidad, hipersensibilidad, apatía, labilidad y sensaciones de culpa.

En el ámbito cognitivo menciona “dificultad para concentrarse, sensación de mente nublada, lentitud mental, olvidos frecuentes, y toma de decisiones más impulsiva o evitativa”.


También puede haber somatizaciones o manifestaciones físicas con dolores de cabeza, tensión muscular, cambios del apetito, trastornos del sueño y cansancio persistente que no se alivia con el descanso.

Y hay cambios conductuales entre los que precisa “aislamiento, procrastinación, disminución del autocuidado, y mayor uso de pantallas, comida o sustancias como estrategia de regulación emocional”.


Claves de autocuidado mental

El escenario de fin e inicio de año es propicio para integrar acciones que permitan reducir la carga de demandas y estrés, abordar la fatiga emocional y mental, y promover el autocuidado y bienestar.


Los balances, cierres y proyecciones pueden ser positivos y necesarios en lo laboral, académico y personal, aunque también pueden significar agobio cuando se está contrarreloj o hay sensación de no haber logrado todo lo propuesto hace tiempo. Ante ello, la psicóloga Marcia Stuardo plantea como fundamental establecer expectativas reales sobre lo que se puede resolver en corto plazo o requiere más, y llama a evaluar procesos y aprendizajes personales en vez de logros y fallas.

El inicio de un nuevo año recomienda no pensarlo como exigencia de reinvención total y abrupta como muchas veces se experimenta y sobre todo cuando ciertos propósitos no se cumplieron, sino como una valiosa oportunidad de transición hacia cambios positivos y/o crecimiento.


En este sentido aconseja “definir intenciones y no metas rígidas, evaluando cuáles se pueden realizar y establecer plazos realistas con objetivos concretos”. También puede ser útil evaluar qué funcionó el año anterior y se podría repetir o mejorar para uno nuevo.

Y afirma que hay que priorizar cambios graduales para instaurar hábitos sostenibles, en vez de cambios drásticos de un día a otro: ir de a poco y a diario genera constancia, costumbre y rutinas.


En los cambios y hábitos positivos para consolidar propone “establecer límites claros entre el trabajo y la vida personal; realizar pausas de desconexión y no sólo de pantallas; mantener adecuada higiene de sueño; tratar de no vivir en la urgencia permanente y regular el ritmo de la exigencia; practicar actividad física, hobbies y/o actividades recreativas; crear espacios de autocuidado y descarga emocional”.

Hay prácticas especialmente beneficiosas para la regulación emocional, conexión personal y relajo, en las que destaca “meditación, mindfulness o atención plena, yoga y pilates”.


También resalta como favorable y necesario tener momentos para escribir o hablar sobre lo que se experimenta para la liberación emocional, además de consultar e ir a terapia si se hace insuficiente la gestión personal.

La psicológica sostiene que es sano e importante no llevar trabajo al hogar y siempre cumplir con las tareas en las jornadas laborales, además de tener instantes de calidad para compartir con personas significativas y cultivar los vínculos con la familia, pareja o amigos.


También llama a “tratarse con amabilidad para que los errores no se vean como algo tan terrible y generen un impacto negativo en el bienestar”.

Por último enfatiza que es siempre crucial validar el cansancio y la necesidad de descanso y desconexión, considerando planificar espacios para ello y elegir conscientemente a qué decir sí o no, sobre todo en periodos de alta demanda.