Privatización de Codelco
04 de Octubre 2020 | Publicado por: Diario Concepción
Señora Directora:
Me acuerdo cuando Huachipato era una empresa estatal.
Generar empleo es uno de los intereses del gobierno. En esas décadas, el trabajador huachipatino sentía un “orgullo” de ser parte de la empresa, sentía una clase de “patriotismo” en su trabajo.
El huachipatino crecía en la siderúrgica, formaba una carrera de vida, pasando por la acería, el alto horno, el post-tratamiento, e incluso las áreas administrativas.
Pero también me acuerdo que, desde que Huachipato fue privatizado, convirtiéndose en CAP S.A., surgió la disyuntiva propia de la privatización pues, a diferencia del Estado que le interesa generar empleabilidad, al empresario le interesa generar utilidades, rentabilidad y retornos de inversión a corto, mediano y largo plazo.
Con un directorio de CAP S.A. compuesto por inversionistas japoneses, que ni siquiera conocen a sus empleados (¿o sí?), el modelo de negocio es reducir al máximo los costos, gastos y pérdidas. Y maximizar las ganancias.
Entonces, el empleado comienza a convertirse en un “problema”, “una carga en el centro de costo”, “un factor a analizar, si es posible prescindir de él”.
Ojalá, para el empresario inversionista, no hubiera nadie trabajando y se logre la mayor ganancia.
Entonces los huachipatinos fueron reducidos al máximo, me acuerdo de eso, y he estado en las oficinas vacías donde los fantasmas de ingenieros, técnicos y sin formación, aún rondan como dedicados a hacer funcionar la fábrica. Y donde los archivos polvorientos aún gritan ecos de un pasado glorioso y romántico.
El antiguo huachipatino, ese que nacía, crecía y moría en siderúrgica, ahora tiene que luchar con dientes y garras por su lugar en la CAP S.A.
Ojalá no pase esto con Codelco.
Eduardo Silva Manríquez