Retratos de Aurora: Al final llegó…

24 de Diciembre 2017 | Publicado por: Diario Concepción

Toma I – “¡Hola Querido Viejo!

Estuve toda la semana pensando si te escribía esta semana o después que se te pasara la neura por la pega extra que te significan estos días. Me imagino por los años que nos conocemos que tendrás harto trabajo. Y justo ahora, que vendrán tiempos mejores después que la alegría no nos llegó te deben haber llenado de pedidos hasta casi imposibles de realizar. ¡Bueno, pero así es tu pega! A remangarse y darle para adelante como siempre.

¿Y por casa cómo andamos? Me imagino me vas a preguntar, porque que yo te escriba es más mágico que tú llegando en trineo a Concepción.

Qué te puedo contar, que se me están echando a mis hijos, que le hacen tira sus casas, que no nos escuchan cuando les decimos que preferimos cuidar de las casas que se van, a que nos dejen un basural en cada cuadra. Pero son duros de entendedera, ya no sabemos cómo explicarles que queremos una pobla linda y limpia, pero a nuestra pinta.

Viejo, nos conocemos hace mucho rato, y sabes que yo nunca te pido nada, lo que conseguimos fue por nuestro esfuerzo, pero en esta oportunidad quiero que me ayudes. Te quiero pedir que a algunas personas les regales un poquito más de sabiduría y humanidad, no mucho, sólo un poco, para que más allá de abrir las orejas, abran sus corazones. ¿Te imaginas estas fiestas entre escombros, latas y maderas por todos lados? ¡Nos cambiaron tu trineo por una retroexcavadora!

Ya Viejo, esfuérzate un poco más, sé que el pedido es mucho, pero también sé que quieres mucho a mis hijos. Cuando llegues a la pobla, pasa por la casa un rato y conversemos de otros diciembres, esos que dan ganas de recordar.

Saludos, Aurora.”

Toma II – El otro día estaba en la esquina del correo y alguien me preguntó: ¿Para dónde va la micro? Le dije que dependía a qué Galaxia Surrealista quería ir, pero que había una Tucapel que pasaba en un rato y la dejaba justito a dónde ella iba. Hacía rato que no me encontraba a la Aurora, estas semanas han sido bastante movidas, y cruzarnos a conversar se hizo difícil. Así que pensé, y cambié mi destino y me subí a la micro con ella, era la excusa para poder charlar.

La micro se fue por O´Higgins hasta Prat, se metió en el Barrio Estación, e hizo una parada forzada frente a la Pérgola de la Señora Marta para escuchar sus quejas por un Mercado que no llega. En ese momento subió un cantor callejero, quien me pasó un libro y me pidió que no le perdiera esa página.  Era un ejemplar de “Las Ciudades Enfermas y otros relatos” de Jorge Luengo Espinoza.

Después que Don Julio Torres, chofer de la micro nos contara alguna de sus historias, llegamos a un mirador, allá en Aníbal Pinto al fondo. “Quien me apura” (así lo bautizaron alguna vez a Don Julio) decidió que paráramos un rato y contempláramos la noche.

A esta altura, no sabía qué hacer con el libro, quiero decir, hacer de marcalibros en la página 170, durante todo el recorrido, cansa un poco. Creo que Cristóbal, nuestro músico trovante, me pide que lo acompañe, y poco antes que la micro retome su marcha me pide que lea un fragmento que habla sobre el Parque Ecuador. Me cuenta que Jorge era su amigo, que murió en un accidente y que ese libro lo editó su madre luego de su muerte. Este era su homenaje y yo era la voz de ese relato que acompañó con una exquisita guitarra.

Seguimos el viaje, otro pasajero nos contó la historia de la fábrica de vidrios, el exilio, el reencuentro, y un “Volver”  en voz de su abuelo. Llegamos a la altura de Chacabuco y se sube a la micro, Aurorito. ¿Qué andaba haciendo a esa hora en la calle!

Subió a contarnos parte de la historia del barrio. Y llegamos a la pobla. Nos esperaba una noche cerrada, y en uno de los muros que quedan de la fábrica, se empezaron a proyectar recuerdos de los hijos de Aurora.

Charlar, lo que se dice charlar, no fue tanto, pero con Aurora no hace falta que hablemos tanto, ya nos conocemos. Me dice que se tiene que ir a prepararse para el otro día, que la disculpe. Y al irse me pasa un papelito, me dice que es una carta que le escribió a su Viejo, que la lea, pero que ya se la mandó.

Se va, igual que Don Julio. Me quedo solo, en la soledad de los escombros, de fondo se escucha el ronroneo de la Tucapel, y un “Jo, jo, jooo” conocido. Me doy vuelta y veo cómo esa micro emprende vuelo. La sonrisa me ilumina la noche, y a pesar de todos los esfuerzos, tendremos una linda Noche Buena en la pobla. ¡Hasta el próximo click!

 

Walter Blas

PD: Gracias a Proyecto Teatral “Galaxia Sur Realista” por considerarnos en su recorrido. @ProyectoTeatralGalaxiaSurrealista