Opinión

De publicidad y candidatos

Por: Diario Concepción 16 de Agosto 2017
Fotografía: Diario Concepción

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster en Filosofía Moral

Los candidatos se hacen como un producto para el consumo, sin convicciones ni programas. Las elecciones se transforman en “realitys” y los más fuertes no son los que tienen más contenido, sino aquellos que se han exhibido más en los medios de comunicación, sea como periodistas o empresarios de la farándula. Se les suministran slogans, frases prefabricadas y otros kits mediáticos. De modo que al salirse del libreto, ser espontáneos y mostrarse como son, la decepción puede ser brutal para quienes los tienen como referentes. Siguiendo a Paolo Flores D´Arcais, “las publicidad se torna, en el fondo, una forma socialmente institucionalizada que permite borrar la frontera entre la verdad y la mentira”.

No vemos seres humanos como candidatos, sino que sólo puestas en escenas que configuran una falsificación de la realidad. Sólo se dice lo que se quiere escuchar y una vez elegidos o designados harán lo que les digan aquellos que les permitieron llegar a ocupar un cargo. En algunos casos, más que sufragar para dirimir una elección, se pasa a ser un consumidor político que “contrata” con el voto y permite la elección de sujetos que vienen a ofrecer sus servicios desde Santiago, por tener mayor capacidad de influencia en la oligarquía partidocrática, favoreciendo el “turismo parlamentario” de quienes se hacen perennes en el ejercicio “profesional” de la política.

Según Schumpeter el método democrático no se diferencia del método capitalista, por cuanto el primer objetivo del capitalista es obtener una ganancia, siendo la producción un aspecto secundario en relación a lo anterior, del mismo modo que en la política, el aspirante a un cargo tiene como objetivo acceder al poder, siendo secundario, en relación con este objetivo, la administración del bien público.

Si seguimos con la práctica de permitir que se perpetúen en los cargos públicos los mismos nombres, sus hijos o sus “clientes”, haremos que se profundice la exclusión de quienes no son elegidos y de los que no tienen ni siquiera la oportunidad de ser considerados para acceder a un espacio en el aparato público, generándose esta separación entre “ellos, los políticos” y “nosotros, los ciudadanos” con todos los privilegios de los que se hacen los primeros.

Si bien esta casta ha debido reaccionar frente a las evidentes falencias del modelo de convivencia, esto ha sido sólo como una actitud reactiva frente a la presión derivada de fuertes pero a la vez desarticuladas y poco permanentes movilizaciones sociales, que han dado lugar a reformas chatas, realizadas con poca prolijidad y sin convicción, sólo para mantenerse aferrados al poder.

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